La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Taza, tacita, tazón!



“¿Qué le compraste?” me preguntaron.

“Una taza” respondí.

Esa cosa que suele ser de cerámica o porcelana o algo que si se te cae, se rompe (a menos que sea la linda de Aspis), que sirve para verter cualquier tipo de líquido en su interior y beber. Sí, algo tan simple como eso.

Podría tomar en cualquier tipo de utensilio, en un cuenco de madera, en un coco partido, juntando las dos manos, en vasos, podrían ser mil cosas. Pero a mi, me gustan las tazas. ¿Por qué tanto? No sé. Repaso en mi mente y no es la primera vez que hago este tipo de regalo.

Le compré una a Marian cuando se fue al Sur.

Le trajimos a Pan una de los Beatles.

A Lu para su cumple le mandamos a estampar dos.

Pablo cuando se mudó recibió una bajo el nombre de “Aquí sólo toma Claudio”

Esteban tuvo a Mike. Y antes a las hormigas.

Ayer le tocó el turno a Fran.

Seguí pensando un largo rato por qué es que me gustan tanto las tazas. Por qué me gusta mirarlas, por qué me compraría millones (aunque ninguna le ganaría a la de Peter Pan) y para variar, las respuestas que encontré no fueron muy lógicas, o “importantes”, o vaya uno a saber cómo llamarlas. Fueron respuestas, nada más y nada menos que eso.

Creo que lo principal es que son compañeras. Porque están con vos en largas noches de estudio, porque te ayudan a calentarte cuando en invierno te estás muriendo de frío. Porque no hay persona que no haya pensado “Mi Reino por una taza de café”, porque son parte de un ritual. Ojo, de la misma manera que lo es el mate, otro gran amigo.

Porque uno comparte largas charlas, porque uno hace de la rutina del café un momento único, porque uno negocia con tazas de por medio. Las usa de excusa cuando no sabe qué decir aprovechando largos sorbos, las usa como punto donde mirar, cuando los ojos de quien está enfrente son un desafío difícil de aceptar. Uno festeja en el barcito de la esquina de la facu cuando la cursada termina, brindando en pocillos blancos.

Tazas queridas, no estoy diciendo nada que alguien ya no haya dicho, de eso estoy segura. Simplemente, quería dedicarles estas humildes palabras, y agradecerles por tantos momentos compartidos, a ustedes, y a quienes estaban del otro lado de la mesa.

miércoles, 30 de noviembre de 2011

1/12 DIA MUNDIAL DE LA LUCHA CONTRA EL SIDA



"Hablar de VIH/sida es hablar de 1.7 millones de personas con VIH y 63 mil muertes por año en América Latina. Es revelar que se infecta gente que podría no infectarse y que muere gente que podría no morirse.
Es nombrar aquello que muchos no quisieran nombrar. Hablar de VIH/sida es hablar de desigualdades, de la falta de acceso al sistema de salud y educación, de diferentes formas de ejercer la sexualidad, de la ampliación de las brechas, de derechos para algunos e injusticias para muchos.
Hablar de VIH es hablar de lo que pasa. Y si no hablamos de lo que pasa, dejamos que pase."

domingo, 25 de septiembre de 2011

Domingo de resaca,


De fondo escucho a mi hermano silbar una melodía que conozco, la cual me lleva a cantar "I don't ever wanna feel, like I did that day" y me doy cuenta que es así: no quiero volver a sentirme de la manera en que me sentí ese día.

No quiero volver a sentirme tan vacía.

No quiero saber que me escuchan y doy lástima.

No quiero tener que desarmar mi habitación.

No quiero parecer una lunática, yendo y viniendo, encontrando lo perdido.

No quiero llorar hasta que duela.

No quiero tener náuseas de tanto llorar.

No quiero dormirme sintiendo un dolor tan grande.

No quiero perderme entre esas olas.

No quiero dejar que otros tengan más control sobre mi que yo misma.

No quiero saber que mi actuar está condicionado por lo que otros hicieron en mi.

Y si bien son mil no quiero, y son imposibles de lograr en lo que humanamente conocemos como ahora, no me preocupa esperar, ese ahora llegará, algún día se cumplirá.

Mientras tanto, me alcanza con la convicción de no quererme ver más así.

jueves, 25 de agosto de 2011

Nin opina: “La Marcha de las Putas”


El martes a la noche, en respuesta al grito de “estas son compañeras mías de la facu” fue que me acerqué al cuarto de Pan para ver de qué hablaba.

Me encontré con un informe en “Duro de domar” sobre La Marcha de las Putas. Algunas cosas las compartía, otras no tanto, pero no fue sino el momento en el piso del estudio lo que me terminó de molestar.

Es imposible que una mujer que ha ido caminando por la calle, con miedo de pasar por una obra, o soportando que hombres se le acerquen y susurren asquerosidades, diga que lo que las chicas plantean, no tiene tanto sentido porque en unos años “van a extrañar estos piropos”. Desde un principio voy a decir NO ESTOY EN CONTRA DEL PIROPO, pero porque un “hola linda” no me molesta escuchar. Algunas cosas me han dicho que me hicieron reír, es verdad “hacen tolón tolón” me sorprendió, me molestó, pero a la vez, me causó gracia, aunque, fue el único. Pero, otras tantas veces, la situación fue totalmente invasiva y violenta. Un domingo, yendo a lo de mi novio, me crucé con un sujeto que iba por la calle quién mientras se acercaba me decía “Te hago…. (complete aquí con la guarangada que le plazca)”, y me dio tanto miedo, y me sentí tan tocada, que me puse a llorar. Creo que en contra de ese tipo de situaciones es de las que hablan las chicas. Me pregunto qué pensaría alguno de los panelistas si viene su hija y les dice que un hombre le dijo tantas pero tantas guarangadas que la hizo llorar.

Por otro lado, llega el verano, hace calor, y cada vez que tomo el tren tengo que pensar qué remera me pongo, si es ajustada, si es escotada… ¿Por qué condicionás tu vestir? Me pueden decir, y la respuesta es para ahorrarme malos momentos. Llámenme exagerada, pero no tengo ganas de escuchar todo lo que harían con vaya uno a saber qué parte de mi cuerpo. No me hago la linda, ni mucho menos, sólo digo que no me gusta pensarme en esa situación, no me gusta imaginar a mi hermana caminando por la calle escuchando ese tipo de cosas.

Creo que hay una notoria diferencia entre un “hola linda”, un “mamasaaaa” y un “te hago… (vuelva a completar con la guarangada que le plazca)”, y no es que aborrezco a cualquier persona que me diga “Che, qué linda estás” o lo que sea, particularmente, estoy en contra de que personas X por la calle vayan incomodándonos, tenemos derecho a caminar sin escuchar este tipo de cosas.

Y si estás casada con un hombre que mientras camina de la mano con vos no le molesta que te digan “pero vení que te encierro en una habitación y te cojo de acá a la China”, creo que hay algo que no está funcionando del todo bien. Bah, al menos para mi.

Y por último, pero no menos importante admito que siempre tuve mucho miedo (como miles de otras mujeres) a sufrir una violación, he tenido pesadillas horribles…Y si bien no digo que las guarangadas al pasar sean una violación, a mi me generan una inestabilidad muy grande, me descolocan emocionalmente, y me remiten a mis más grandes miedos. Entonces frente a esto digo ¿en qué cabeza cabe pensar que me gustaría vestirme de cierta manera sabiendo que provocaría una violación? Sr. Canadiense, nos vestimos como queremos y no somos responsables de los actos que otros cometan sobre nosotras. No intente cubrir sus faltas a la hora de prevenir ciertos eventos culpándonos.

Simplemente me gustaría que este tema dejara de ser tomado como una cosa de “ay, a las chicas no les gusta que les digan lindas” sino realmente ponerse en nuestro lugar, saber cómo nos sentimos cuando escuchamos ciertas cosas, y más que nada saber que La Marcha de las Putas nace por las imbecilidades que dijo Michael Sanguinetti, y espero a éste, nadie salga a defenderlo.

domingo, 14 de agosto de 2011

“Teoría y práctica de las buenas vibras I”



Atención lector: Si creés que lo que estás próximo a leer (bah, espero que leas) tiene algún tipo de contenido avalado científicamente por algún tipo de entidad de renombre, dícese de universidad de la sandanga o instituto superior de investigación de tu hermana, te comento que no. La única supervisión que tendrá este texto será por parte de Agnes, mi gata, o a lo sumo por el ISLE (Instituto Superior de Lobas Escribientes)

Ahora sí, hechas las aclaraciones pertinentes, creo que es tiempo de empezar.

Para desarrollar cualquier tipo de encuentro cercano con las buenas vibras hay que creer, sino, no tiene sentido ni siquiera intentarlo. No pretendas que las buenas vibras lleguen a vos si vos no confiás en ellas.

Si vos creés, tranquilo, de a poco las vas a ir sintiendo y de ese modo notando cómo algunas cosas se van transformando. Y ojo con esto, no cambiando, sino que TRANSFORMANDO, porque así es como, a mi parecer, hay que ir pensando las cosas, no en un recambio al estilo “sale Bati, entra Crespo” sino en una sucesión de pequeños acontecimientos que se van desencadenando entre sí generando cosas nuevas, pero a partir de las que ya habían pasado de visita por uno. La presencia de las buenas vibras proporcionará en tu cotidianeidad el espacio perfecto para la reflexión y revelación de diversos tipos de verdades, las cuales deberán ser enfrentadas, por más feas que sean, para así, conocerlas y aprender a convivir sanamente con ellas.

Es muy probable que me hayas escuchado hablar del collar de las buenas vibras. No te desesperes por conseguir uno, es en vano, ellos te encuentran a vos. Y no son de uno, son de todos, y quienes los portan no son más que transmisores o canales. Así que, cuando necesites tu dosis de buenas vibras, no dudes en consultar con tu portador de collar vibrístico amigo, que sin problema te enviará una encomienda.

Por otro lado, pedir buenas vibras requiere de un compromiso ¿cómo es esto? Comprometerte a llevar una vida más optimista, en donde los “¿por qué usás una nariz de payaso?” sean reemplazados por los “¿por qué no usás una nariz de payaso?”. Otra actitud que suma en el camino de las buenas vibras es el ir aceptando las cosas de la manera en que se van dando, sin intentar cambiarlas ni caer en el “si hubiera hecho esto, aquello otro hubiera pasado”, sino que simplemente, sentir y así ir de a poco soltándose de algunas ataduras invisibles. Ah, y si bien es casi obvio lo repito por las dudas, reír, querer (sin intentar cambiar al otro) y ser querido (sin intentar que lo cambien a uno) son fundamentales requisitos. Y a no olvidar dedicarle un rato semanal (como mínimo) a algún tipo de expresión artística (producida por uno, o simplemente recibida) que a uno lo reconforte.

A mi parecer, las buenas vibras no tienen credo y pueden adaptarse tranquilamente a cualquier tipo de creencia (o descreencia) religiosa. Por ejemplo en mi caso, ir a Misa y rezar potencian mis vibras, y como ya estamos llegando al final y porque si todavía creían que estaba cuerda es hora de que dejen de creerlo, doy fé de que la Luna y el cielo, también las potencian.

No espero que este texto sea su favorito, ni que lo recuerden y citen por siempre, con que lo hayan disfrutado a medida que lo leían, me alcanza, aunque si les saqué alguna sonrisa, mejor.

Saludos terrícolas!

viernes, 15 de julio de 2011

"Teoría y práctica del caos I"


Estimado vos,

Sí, vos! No quieras correr, no intentes huir, porque sabés que te quiero hablar a vos. Así que, quedate, leéme, juro no molestarte más de cinco minutos. Aunque, si lo que tengo para decirte lograra quedarse un rato más dando vueltas por tu cabeza, no me ofendo.

Resulta que me dí cuenta de algo y me pareció apropiado, o justo, compartirlo. Espero te guste, o que te sirva.

El año pasado quizás recuerdes, el caos me poseyó. No exagero, y lo sabés. El caos había llegado a mis días con firmes intenciones de no irse. Y yo lo dejé quedarse, le hice un lugar entre mis apuntes, también en mi almohada. Como si eso fuera poco, decidió instalarse en mi mente, y un poco también, por qué negarlo, en mi alma. Iba a la facultad, y ahí estaba el caos, llegaba a la parro, y el caos me decía “hola”, ni hablar antes de irme a dormir, cuando el caos me recordaba que el tiempo entre el sueño y la vigilia, era de su propiedad.

Sin embargo, algo pasó, las buenas vibras llegaron a mi. Raro, lo sé, lo sabés, los sabemos ¿Yo, señorita racionalidad, permitiéndome buenas vibras? Sí, así es, yo, señorita racionalidad, incorporando a mi vida la filosofía de las buenas vibras, a tal punto que, ahora amigos o amigas, se acercan a pedirme que les pase algunas, que les mande algunas. Quién lo hubiera dicho…

Bueno, hasta acá me seguís, o como mínimo, sabés de qué te estoy hablando. Bueno, ahora sí, prosigo entonces.

Resulta que en este último tiempo el caos intentó volver a mi. Y como soy bastante débil, se lo permití. No me había dado cuenta hasta entonces de su diferencia, de lo cambiado que estaba, aunque quizás, era porque la que había cambiado, era yo.

Puedo mirarte hoy y afirmar que soy un caos, pero uno feliz. No es novedad que lo que pienso o incluso lo que siento en estos tiempos modernos que nos toca vivir puede considerarse ilógico, o incluso, que roza con lo considerado “de locos”, pero este revuelo de cosas que soy, esta mezcla de vaya uno a saber qué, está sobrecargada de risas, de aprendizajes, y de obviamente, buenas vibras, así que me considero un caos lindo, algo así como, una loca linda.

¿Entendés lo que estoy intentando decirte? ¿O me compliqué mucho? Es bastante más simple de lo que seguro parece. Quizás, sólo era cuestión de dejarse llevar.

No sé mi querido vos qué pensás de todo esto, estoy bastante segura de que estás dudando de mi cordura, probablemente desde la primera línea que leíste. Contra eso no puedo hacer nada, así que me limito a hacerte una invitación: vení, trépate a esta ternura de locos que hay en mi.

Por ahora no tengo nada más para decirte.

Te mando un beso grande, y espero nos estemos viendo pronto.

Yo.

jueves, 23 de junio de 2011

Día del muerto.


Hoy pensé en vos. Sabés que no es novedad, sabés que lo hago varias veces por día. Son las 3:38 de la mañana, tengo que decidir qué hacer con mi materia, tengo que hacer un parcial que no sé hacer, y te miro, sonríendome desde una foto al lado de los lapiceros, acompañándome cuando estoy en el escritorio.

Como te decía, pensé en vos. Me acordé de cómo me enojé cuando una tarde me dijiste “Dentro de poco si querés te enseño a manejar” y yo en respuesta pensé (y menos mal que nunca lo dije) “¿Por qué vos? Tengo un papá que me puede enseñar.” Ingenua, vos ya sabías que lo había perdido, y lo único que intentabas era empezar a llenar ese lugar que, también sabías, quedaría vacante.

Y ahí estuviste, firme al pié del cañón, bancándonos a los cuatro, bah, a los cinco, dándonos lo mejor, intentando ser el mejor. Y ahora es gracioso, porque a veces te cito cuando hablo con la gente, y me doy cuenta cómo te tengo adentro mío “a mí, mi abuelo me decía que para hacer las cosas por la mitad, no las haga, que es mejor hacerlas bien”, “a mí, mi abuelo me contó que cuando perdió una pierna no pensó qué hubiera pasado si no hubiera tomado ese tren. Ahora tenía que pensar en el futuro”, “a mí, mi abuelo me decía princesa”, “a mí, mi abuelo me dijo que el miércoles es el día clave, porque cuando te despertás falta más de la mitad de la semana, y cuando te vas a dormir, menos”, “a mí, mi abuelo me enseñó cuándo florecen las Magnolias.”

Y redescubro, una vez más, que pensarte no duele, pensarte me alegra, por haberte querido tanto, por saber que me quisiste tanto. A vos no te perdí el respeto, a vos puedo extrañarte con la frente en alto, porque vos fuiste mi abue, el único que conocí, y fuiste un poco mi papá, ese que el sinuoso camino ofreció, y yo, elegí.

martes, 3 de mayo de 2011

Un viaje en tren por la Argentina de hoy.



Martes 3 de mayo, parecías ser tan parecido a todos los demás, salvo por esos pequeños detalles que te hicieron diferente.

Junté mis cosas velozmente, me cambié, preparé el mate, cerré mis sesiones en internet y salí rumbo a la estación, caminando, porque era un día lindo y tenía ganas de caminar. A mitad de camino me dí cuenta que no saqué mi trabajo de Taller de la mochila, si le llegaba a pasar algo moría, no estaba en mis planes hacer casi 100 dibujos otra vez. Pasé por el kiosco, cargué crédito y seguí, escuchando música y caminando.

Llegué a la estación, el boleto “ida y vuelta a plaza” marca las 16:18 hs. Entré al andén y me senté a esperar. A esa altura el cd de “Into the Wild” ya sonaba en mi cabeza. Llegó el tren, servicio semi-rápido, subí y me senté, del lado izquierdo, en el primer asiento después del individual, del lado del pasillo.

Los planetas alineados de una cierta manera intentaban darme señales, notaba algo raro en el ambiente, pero no lograba dilucidar qué. Llegamos a Temperley, una chica de mochila roja se sentó adelante/diagonal mío, sacó un libro y se puso a leer. Ví que con lápiz anotó “ley de radiodifusión” lo cuál me hizo preguntarme qué carrera estudiaría.

A la altura de Banfield, mientras Eddie cantaba “Society” se dieron en pocos minutos una serie de acontecimientos que me dejarían en un estado difícil de describir por el resto del día.

Al lado mío pasaron una chica y un chico abrazados, fueron hasta el final del vagón y se sentaron, no en los asientos, sino en las tiras esas que son para simplemente apoyarse. Empezaron a hablar con unos chicos sentados adelante de todo en mi misma fila de asientos, y fue ahí cuando el chico que había pasado caminando por al lado mío decidió mostrarles que llevaba un arma encima, y la sacudía orgulloso al viento.
La guardó, la volvió a sacar, su compañera cerró la puerta. El semi-rápido no para en Escalada, por lo que el trayecto hasta Lanús lo hice entre una mezcla de rezo, imaginando una lista de las cosas que me iban a robar como mi trabajo de taller, rezando otra vez y pdidienro que nadie saliera lastimado, y tan pero tan quieta que me creí muerta por un instante. Tuve tanto miedo de moverme, no quise intentar siquiera sacarme los auriculares.

Después de una eternidad llegamos a Lanús, me paré y enfilé a la puerta como para bajar. Al salir al andén, caminé junto a la chica de mochila roja, quien me dijo que los chicos también bajaron del tren. En eso, vimos que la puerta del tren vuelve a abrirse y subimos de nuevo.

¿Cuántas posibilidades hay de que en un viaje en tren un chico saque un arma, que cuando intentás huir te acercás a una chica con la cuál decidís viajar, de que esa chica estudie tu misma carrera, en tu misma facultad y sea ahí a donde se dirige? Parece que muchas, si es martes 3 de mayo y te tomaste el semi-rápido que pasa por Mármol a las 16:19hs. Y así conocí a Vanesa.

El resto del día estuve vagando por este nudo de sentimientos que no termino de poder explicar o entender. Estoy asustada, es verdad. No le tengo miedo a ir a Costitución de noche, ni mucho menos al tren, pero hoy quedé así, dudando de volverme en combi. Estoy enojada, porque este país, este sistema, esta sociedad permite que pibes de no más de 17 años anden por la vida armados y que esa sea su opción. Estoy enojada conmigo por no hacer nada para evitarlo. Tengo miedo de cómo pueda terminar su historia, lo imagino a él con un tiro en la cabeza, o a la inversa, disparándole uno a alguien. Quiero creer, ilusamente, que nadie tiene derecho a decidir si vivís o no, pero hoy, en esos pocos minutos me enfrenté con la realidad, esa que me gustaría poder cambiar, y pensé que quizás, si al pibe no le gustaba lo que estaba haciendo, podía simplemente, apuntarme y disparar.

Tengo esta impotencia encima, me siento otra vez tan chiquita necesitando que venga alguien a abrazarme y decirme que ya está, que ya pasó… como si eso arreglara algo para mi, para él, para los demás.

miércoles, 27 de abril de 2011

Encuentros con la rareza

Algo raro me pasó en el transcurso de sólo dos días. Quizás, “raro” no es la palabra adecuada, quizás, no exista una palabra adecuada, o quizás, sólo a mi me interese la manera en que estos episodios se sucedieron.

Llegué a tu casa, un domingo cualquiera, una Pascua más. Atravesé el living, recorrí tus fotos, tus espacios, llegué a la cocina, dejé los paquetes que traía y salí rumbo al jardín.

Fue un segundo, no más que eso. A lo lejos, ví tu camisa, un árbol se interponía y su cara quedaba oculta. No fue más que un instante en el cual pensé que quizás, si seguía caminando sería a vos a quien vería, por qué no habría de pasar, si es tu jardín, es domingo, es Pascua y hay olor a asado
¿quién más podría ser?

En el fondo sabía que era mentira, que era una ilusión o un engaño, porque en el tiempo que duró ese instante no intenté moverme, preferí que la incertidumbre de no saber el rostro de quién estaba detrás del árbol se apoderara de mi y me hiciera feliz, al menos por un ratito.

Finalmente junté coraje y caminé, me enfrenté con lo que tanto temía pero que en realidad no me sorprendió del todo. Ya no estás.

Una noche, sólo eso tardé en encontrarte otra vez.

Esta vez estoy en mi jardín, y desde ahí te veo venir, salís de casa, con la camisa a cuadros otra vez. Te llamo, no me escuchás, empiezo a caminar, a buscarte, a intentar encontrarte, pero muchos obstáculos se interponen y me cuesta alcanzarte.

Finalmente lo consigo, te abrazo y siento como me abrazás vos a mi.

Mientras tanto sueño en mi sueño que estoy despierta y que le digo a Lu que abrace fuerte a la nada conmigo, porque ahí está abuelo.

lunes, 28 de marzo de 2011

Consigna 1: Texto con inlcusión.

A veces me enojo porque no sé si es posible sentir esto o son inventos míos. Entiendo que puedan robarme la billetera, una bici o el DNI (el cual con sólo 22 años ya tengo triplicado) pero esto otro no me cierra del todo.

En cuanto a mi cordura, sé que puede ser dudosa, y que no me caracterizo por ser una persona estable, pero todos tenemos dudas, y esta es la mía ¿acaso fuiste capaz de robármela? ¿Hasta qué punto esta sensación es sólo una sensación y no una realidad?

Igualmente, esto pasó hace muchos años ya, ni que estuviéramos hablando de algo nuevo y que todavía no manejo bien. Es algo que me envuelve, que me limita, que me duele, algo que me caracteriza. Tenía nada más que once años, y desde entonces mi manera de mirar las cosas cambió.

Sé que no es para siempre, o al menos eso quiero creer. Yo sé que no hay un remedio que me la devuelva, pero por lo menos quiero pensar que no es imposible, que así como me la robó, pueden devolvérmela.

Se busca mi confianza en la gente. Recompensaré a quien la encuentre, con o sin vida.

martes, 15 de marzo de 2011

Dos días

¿Podrías esperar dos días?

¿Dos días?

Sí, dos días he dicho.

¿Para qué esperar dos días?

Porque me gusta el lunes.

¿Para qué te gusta el lunes?

Para devolverte tus 58 minutos.