La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

jueves, 25 de agosto de 2011

Nin opina: “La Marcha de las Putas”


El martes a la noche, en respuesta al grito de “estas son compañeras mías de la facu” fue que me acerqué al cuarto de Pan para ver de qué hablaba.

Me encontré con un informe en “Duro de domar” sobre La Marcha de las Putas. Algunas cosas las compartía, otras no tanto, pero no fue sino el momento en el piso del estudio lo que me terminó de molestar.

Es imposible que una mujer que ha ido caminando por la calle, con miedo de pasar por una obra, o soportando que hombres se le acerquen y susurren asquerosidades, diga que lo que las chicas plantean, no tiene tanto sentido porque en unos años “van a extrañar estos piropos”. Desde un principio voy a decir NO ESTOY EN CONTRA DEL PIROPO, pero porque un “hola linda” no me molesta escuchar. Algunas cosas me han dicho que me hicieron reír, es verdad “hacen tolón tolón” me sorprendió, me molestó, pero a la vez, me causó gracia, aunque, fue el único. Pero, otras tantas veces, la situación fue totalmente invasiva y violenta. Un domingo, yendo a lo de mi novio, me crucé con un sujeto que iba por la calle quién mientras se acercaba me decía “Te hago…. (complete aquí con la guarangada que le plazca)”, y me dio tanto miedo, y me sentí tan tocada, que me puse a llorar. Creo que en contra de ese tipo de situaciones es de las que hablan las chicas. Me pregunto qué pensaría alguno de los panelistas si viene su hija y les dice que un hombre le dijo tantas pero tantas guarangadas que la hizo llorar.

Por otro lado, llega el verano, hace calor, y cada vez que tomo el tren tengo que pensar qué remera me pongo, si es ajustada, si es escotada… ¿Por qué condicionás tu vestir? Me pueden decir, y la respuesta es para ahorrarme malos momentos. Llámenme exagerada, pero no tengo ganas de escuchar todo lo que harían con vaya uno a saber qué parte de mi cuerpo. No me hago la linda, ni mucho menos, sólo digo que no me gusta pensarme en esa situación, no me gusta imaginar a mi hermana caminando por la calle escuchando ese tipo de cosas.

Creo que hay una notoria diferencia entre un “hola linda”, un “mamasaaaa” y un “te hago… (vuelva a completar con la guarangada que le plazca)”, y no es que aborrezco a cualquier persona que me diga “Che, qué linda estás” o lo que sea, particularmente, estoy en contra de que personas X por la calle vayan incomodándonos, tenemos derecho a caminar sin escuchar este tipo de cosas.

Y si estás casada con un hombre que mientras camina de la mano con vos no le molesta que te digan “pero vení que te encierro en una habitación y te cojo de acá a la China”, creo que hay algo que no está funcionando del todo bien. Bah, al menos para mi.

Y por último, pero no menos importante admito que siempre tuve mucho miedo (como miles de otras mujeres) a sufrir una violación, he tenido pesadillas horribles…Y si bien no digo que las guarangadas al pasar sean una violación, a mi me generan una inestabilidad muy grande, me descolocan emocionalmente, y me remiten a mis más grandes miedos. Entonces frente a esto digo ¿en qué cabeza cabe pensar que me gustaría vestirme de cierta manera sabiendo que provocaría una violación? Sr. Canadiense, nos vestimos como queremos y no somos responsables de los actos que otros cometan sobre nosotras. No intente cubrir sus faltas a la hora de prevenir ciertos eventos culpándonos.

Simplemente me gustaría que este tema dejara de ser tomado como una cosa de “ay, a las chicas no les gusta que les digan lindas” sino realmente ponerse en nuestro lugar, saber cómo nos sentimos cuando escuchamos ciertas cosas, y más que nada saber que La Marcha de las Putas nace por las imbecilidades que dijo Michael Sanguinetti, y espero a éste, nadie salga a defenderlo.

domingo, 14 de agosto de 2011

“Teoría y práctica de las buenas vibras I”



Atención lector: Si creés que lo que estás próximo a leer (bah, espero que leas) tiene algún tipo de contenido avalado científicamente por algún tipo de entidad de renombre, dícese de universidad de la sandanga o instituto superior de investigación de tu hermana, te comento que no. La única supervisión que tendrá este texto será por parte de Agnes, mi gata, o a lo sumo por el ISLE (Instituto Superior de Lobas Escribientes)

Ahora sí, hechas las aclaraciones pertinentes, creo que es tiempo de empezar.

Para desarrollar cualquier tipo de encuentro cercano con las buenas vibras hay que creer, sino, no tiene sentido ni siquiera intentarlo. No pretendas que las buenas vibras lleguen a vos si vos no confiás en ellas.

Si vos creés, tranquilo, de a poco las vas a ir sintiendo y de ese modo notando cómo algunas cosas se van transformando. Y ojo con esto, no cambiando, sino que TRANSFORMANDO, porque así es como, a mi parecer, hay que ir pensando las cosas, no en un recambio al estilo “sale Bati, entra Crespo” sino en una sucesión de pequeños acontecimientos que se van desencadenando entre sí generando cosas nuevas, pero a partir de las que ya habían pasado de visita por uno. La presencia de las buenas vibras proporcionará en tu cotidianeidad el espacio perfecto para la reflexión y revelación de diversos tipos de verdades, las cuales deberán ser enfrentadas, por más feas que sean, para así, conocerlas y aprender a convivir sanamente con ellas.

Es muy probable que me hayas escuchado hablar del collar de las buenas vibras. No te desesperes por conseguir uno, es en vano, ellos te encuentran a vos. Y no son de uno, son de todos, y quienes los portan no son más que transmisores o canales. Así que, cuando necesites tu dosis de buenas vibras, no dudes en consultar con tu portador de collar vibrístico amigo, que sin problema te enviará una encomienda.

Por otro lado, pedir buenas vibras requiere de un compromiso ¿cómo es esto? Comprometerte a llevar una vida más optimista, en donde los “¿por qué usás una nariz de payaso?” sean reemplazados por los “¿por qué no usás una nariz de payaso?”. Otra actitud que suma en el camino de las buenas vibras es el ir aceptando las cosas de la manera en que se van dando, sin intentar cambiarlas ni caer en el “si hubiera hecho esto, aquello otro hubiera pasado”, sino que simplemente, sentir y así ir de a poco soltándose de algunas ataduras invisibles. Ah, y si bien es casi obvio lo repito por las dudas, reír, querer (sin intentar cambiar al otro) y ser querido (sin intentar que lo cambien a uno) son fundamentales requisitos. Y a no olvidar dedicarle un rato semanal (como mínimo) a algún tipo de expresión artística (producida por uno, o simplemente recibida) que a uno lo reconforte.

A mi parecer, las buenas vibras no tienen credo y pueden adaptarse tranquilamente a cualquier tipo de creencia (o descreencia) religiosa. Por ejemplo en mi caso, ir a Misa y rezar potencian mis vibras, y como ya estamos llegando al final y porque si todavía creían que estaba cuerda es hora de que dejen de creerlo, doy fé de que la Luna y el cielo, también las potencian.

No espero que este texto sea su favorito, ni que lo recuerden y citen por siempre, con que lo hayan disfrutado a medida que lo leían, me alcanza, aunque si les saqué alguna sonrisa, mejor.

Saludos terrícolas!