La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

miércoles, 18 de abril de 2012

Nin R.I.P.



Dicen por ahí, todavía no pude corroborarlo, que fui una persona orgullosa, peleadora, malhumorada y capaz de representar cada una de esas facetas, con una nariz de payaso puesta.
Pareciera también que dentro de las cosas que hice, mi humor negro llegó a caracterizarme, por suerte rescatan el hecho de que siempre me reí de mis muertos, nunca me metí con los de los demás.
Nadie duda de la necesidad sobrehumana de dormir que tuve, por suerte quienes me rodearon aprendieron a convivir con ello y respetar mis siestas de la misma manera en que lo hice yo.
Alguien por ahí mencionó que fui una fiel defensora del respeto, nunca callé lo que pensé, pero siempre busqué cuál era la mejor manera de decirlo.
La gran mayoría coincide al decir que siempre tuve una lapicera y un cuaderno encima, por si se me ocurría alguna idea, o necesitaba escribir un rato, aparte de la infaltable agenda en la cual poder anotar todo, y hacer innumerables listas de cosas.
Particularmente mi familia decidió hacer hincapié en lo organizadamente desordenada que fui. Todo el tiempo planificando, acomodando ideas, tratando de hacer que todo cuaje, pero viviendo en una habitación donde los placares para mi no existieron nunca, ya que la silla, puff, y escritorio reemplazaron muy bien su función.
Algunos mencionaron la parte humanista, mis tardes en la capilla, los días del niño organizados, los campamentos, del mismo modo que salió el tema de  mi religión, esa con la que me enojé seguido y adopté a mi manera, como dando charlas de educación sexual laica, apoyando el matrimonio igualitario, yendo a Misa un domingo a las 20:00 hs, a pesar de haberme levantado a las 16:00 hs con resaca.
Hay algo que me toca decirles a mi: Odié la mentira, la infidelidad, las demostraciones de cariño en público…  Pero amé a mis abuelos, y fui siempre compañera de mis afectos.
Supongo que todo variará, quizás más, quizás menos, depende de a quién se le pregunte. Por mi parte, hasta acá llegué. Lo hecho, hecho está.