La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

domingo, 30 de mayo de 2010

Scouts: Un otro no tan otro.

Faltan unos minutos para que sean las tres de la tarde, y ya estoy en la puerta del
“campito” de Corpus Christi donde todos los sábados se junta un grupo Scout. No puedo salir del auto, no puedo entrar tampoco: La lluvia no para y el barro se hace notar.

Empiezo a escuchar música para pasar el rato, porque nadie aparece y el tiempo corre. Le mando un mensaje a Lucía, mi contacto, traductora, puente, o simplemente la amiga de una amiga que forma parte del grupo. No responde. Mi mamá, quien me llevó, se impacienta. Empieza a preguntarme dónde está Lucía, si se habrá suspendido por la lluvia, que qué hago con mi trabajo… Subo el volumen para tratar de escucharla menos.

Ya son cerca de las tres y cuarto y veo alguien que avanza con una campera que dice “Scout Argentina”.
-Hola, una pregunta ¿Dónde están los Scouts?
-Hoy como llueve nos juntamos en el salón parroquial, acá a tres cuadras.

Damos vuelta el auto, en la maniobra veo que avanza Lucas, el hermano de un amigo, que es Scout. Lo invito a subir así me guía hasta mi nuevo destino.

Llego y aparte de ver pañuelos en el cuello por todos lados, veo padres, bastantes ¿Qué hacen acá? ¿Cómo tienen tanta convocatoria? En las reuniones de padres que armamos nosotros, nunca son más de tres.

Entro y me encuentro con Lucia. Me explica que hoy es un día especial, ya que algunos nenes toman su Promesa Scout. Una ceremonia nueva para mi y para ellos también, ya que por la lluvia tuvieron que modificarla. Me presenta a Juanchi, el jefe del grupo Scout de Corpus Christi, y aparte de darme la bienvenida me dice que cualquier cosa que necesite, que le pregunte.

No soy madre de los nenes, ni soy Scout, así que invento dónde tengo que sentarme. Ya ubicada noto una mesa cubierta con un cuero sobra la cual están los pañuelos perfectamente enroscados.
Entran en orden las cuatro ramas que conforman al grupo Scout, o las cinco mejor dicho. Primero la Manada (los chicos que tienen de 7 a 11 años), los Scouts o Unidad (de 11 a 14), los Caminantes (14-17) y por último los Rovers (17 a 21). El quinto grupo es el de los dirigentes, ellos tienen de 21 años en adelante.

Una vez que estamos todos acomodados, el jefe de grupo da la bienvenida a las banderas diciendo “Saludo Scout a las banderas” automáticamente los chicos de la Manada ponen sus dedos en forma de “V” lo que representa las orejas del lobo y de la Unidad en adelante dejan los tres dedos del medio levantados, los cuales representan los tres puntos de la promesa Scout, su compromiso con Dios, con la patria y con los demás y unen el pulgar y el meñique en la palma, ésto significa la protección del mayor al menor. Una vez que desfilan las banderas, hacemos la señal de la cruz, cada rama reza su oración, y pasamos a lo central de la ceremonia.

Aparece en escena la jefa de la Manada, y al saludo de “Buenas tardes, siempre listos” da una introducción contando lo que significa tomar la investidura, la cual es el paso previo la promesa y la promesa en sí. La Manada esta dividida en dos grupos por su cantidad “Lobos Agiles” y “Lobos Astutos”, y todo el trabajo llevado a cabo por los dirigentes se basa en juegos inspirados en “El libro de las Tierras Vírgenes” de Rudyard Kipling. De allí que sus dirigentes adopten nombres de los personajes, como la jefa de la Manada a quien llaman “Akela”

Pasan los “Agiles” primero, y recitan su promesa. La familia de cada uno se acerca para ponerles el pañuelo. Ya son parte del Grupo Scout Corpus Christi.

En el caso de los “Lobos Astutos”, la promesa es distinta. Ellos ya recibieron la investidura, ya recibieron el uniforme. Ahora lo que quieren ser es parte de la Manada. Como introducción se lleva a cabo una representación del “Libro de las tierras vírgenes” donde las tres futuras promesantes serían “Mogwli”, y el resto de los nenes, los lobos ya miembros de la manada. Aparece uno de los fundadores del Grupo Scout de Corpus Christi (eso me cuenta Lucía, ya que de hecho, es su tío) disfrazado de “Shere Khan” (el tigre) para cerciorarse de que esos “cachorros” estén preparados para entrar a la manada. Les pregunta si saben la ley Scout y el saludo, y como sí lo saben, surge el último obstáculo: Necesitan para entrar dos padrinos. En ese momento aparece primero “Baloo” y después “Bagheera” (la pantera negra) ofreciéndose a apadrinar a estos cachorros. “Akela” toma la voz otra vez y les dice que por último le vayan a pedir permiso a sus familias para entrar. Vuelven las tres nenas y pasan al acto oficial. Se acercan de a una a la bandera para recitar su promesa. Una vez dicha, los padres les ponen el pañuelo a sus hijas.

Ya cerrando el acto, cantan la canción de la promesa, hacen el saludo Scout a las banderas y éstas se retiran. Juanchi dice que ahora “van a romper la cabeza de los chicos contra el techo” Me suena muy agresivo pero todos se ríen, yo no, no entiendo. Empiezan a ponerse en fila enfrentados, desde los grandes hasta los chicos y se agarran des las manos. Uno por uno los promesantes van pasando, son hamacados por los brazos y tirados “por los aires”. Ahora si entiendo y me río. Era simplemente otra parte de la tradición. Mientras tanto reparten, en su mayoría los padres, vasos con chocolate y alfajores. Cada rama se sienta en círculo a merendar.

Juanchi me busca para ver como me está yendo. Con un mínimo tono de enojo me dice “Tenemos un campo de media manzana y por la lluvia estamos acá amontonados”. Intento contestarle, pero hay como dos o tres madres que también quieren hablar con el. Está bastante solicitado.

Lucía me propone que me vaya con los Rovers al campito Scout a su reunión, y me cuenta que varios le preguntaron quién era la del rincón que anotaba.

Me acerco a los dirigentes de esa rama, me presento y Lucía les dice “No le digan más de lo necesario, es una infiltrada, ella es de Acción Católica” Por un momento me siento incómoda, después mientras hablo y camino con los chicos, se me pasa.

Una vez atravesado el barro, entramos a los salones. Me cuentan que esa edificación la hicieron ellos, y que cada rama tiene su lugar. Cuando entro, me siento como en una guarida, un lugar que les es muy propio, que los represente a ellos, con sus cosas, hechas a su manera, claramente distinta a la mía. Salvo por algo, una imagen de San Maximiliano Kolbe patrono de su grupo según me cuentan. Ese es el nombre de mí grupo también. Lucas me pregunta “Allá en la Acción Católica, ¿tienen salones tan copados como éstos?” él sabe que no. Ojalá los tuviéramos.

Nos sentamos en la mesa, somos alrededor de once personas. Hago entrega de mi “ofrenda”, galletitas de chocolate caseras. Claudia, una de las tres dirigentes del grupo, les pregunta por qué no fueron al “Fuego de la ley” (ceremonia previa a la toma de promesas, se hizo el viernes a la noche). Habían faltado bastantes, y me reconozco en ella, retándolos, como cuando los delegados de mi equipo no cumplen con sus tareas. Cada uno tiene una excusa, Sebastián ya tenía planes, Lucas festejó su cumpleaños, creo que Augusto dijo que no se había enterado.
Llega el tercer dirigente, Juan Pablo, junto con Marcelo, un ex coordinador del grupo quien trajo una torta por su cumpleaños. Cantamos, sopla las velitas y de paso Lucas también. Claudia pregunta si alguien tiene, como buen Scout, un cortaplumas. Candela dice que ella, pero que no responde por su limpieza.

Antes de tomar la voz, Juan Pablo, se para atrás mío y con señas pregunta “¿Quién es?” aunque ya lo sabe. Lucía se encargó de avisarles a todos que había ido. Me incomodo otra vez un poco, marcó con ese gesto chistoso mi lejanía, mi otredad. Ahora sí, empieza su charla: dice que tienen que hablar ya que el sábado que viene es la feria del PPA. Otra vez las excusas “mi grupo no se reunió” “a mi no me llamaron” y como esas, otras tantas. No se de que hablan, pregunto y me dicen que se trata del “Plan personal de acción”. Tienen que plantear objetivos concretos para distintos aspectos de su vida y la semana que viene traer en un afiche de un lado los objetivos y del otro a un prócer del bicentenario que los represente (esta parte es optativa, en el campamento cuando lo hicieron, fue con dibujitos). Su nombre no tiene que aparecer, así los demás lo descubren. Surgen dudas ¿puede ser cualquier protagonista de la historia en estos 200 años o solo políticos? ¿Puede ser cualquiera dentro de los 200 años o sólo de un período? ¿Puede ser Fangio? Deciden dividirse en subgrupos para trabajar, y yo decido irme a recorrer por otro lado.

En el aula de al lado están los Caminantes divididos en subgrupos. Miro la hora, ya son las seis. Tengo que volver al salón parroquial antes de las siete, así que sigo camino.
Esta vez voy sola, con miedo a perderme, soy muy mala ubicándome. Unas cuadras después ya estoy donde todo había empezado.
Me encuentro con Lucía y sus “Lobos Agiles”. Están jugando a un “juego democrático”. Me interesa el nombre, hablar de democracia desde chicos está bueno. Los dirigentes les plantearon dos proyectos, recolectar cosas por la calle o hacer una plaza dentro de un geriátrico. Gana la plaza. Es difícil callarlos, mantenerlos calmos, al fin y al cabo son chicos, ya sea que estén en Acción Católica, Scouts, o en el medio del Congo, van a seguir siendo inquietos. Piden silencio con la seña Scout, pero poco funciona.

En el otro lado del salón, los “Lobos Astutos” están eligiendo un proyecto también, pero es uno personal. La idea es que elijan un tema que les guste para luego investigarlo y exponerlo ante los demás. Me muestran su estandarte, es un lobo de madera del cual cuelgan cintitas con el nombre de cada uno. Gonzalo, uno de los dirigentes, me cuenta que quizás aunque pasaron los años uno ve el estandarte y encuentra su cintita.

Del otro lado del vidrio está la Unidad. A partir de su rama las patrullas están divididas por sexo. Si bien tienen reuniones todos juntos, al momento de trabajar, vuelven a sus pequeños grupos de cuatro o cinco. Hay lobos, búfalos, horneros, delfines, libélulas y algunos más. Cada uno tiene un banderín llevado por el guía de la patrulla. Ellos también juegan al “juego democrático”, pero su proyecto ya esta planteado: Hacer tachos de basura para el campito Scout. Lo que tienen que hacer es diseñarlos, después votarán cuál es el que más les gusta. Me acerco a un grupo y unas nenas me preguntan quién soy. Les digo que me llamo Ana, y que estoy ahí porque tengo que hacer un trabajo para la facultad. Se da vuelta Nicolás, primo de un amigo y dirigente de la rama y les dice “Ella es de la contra” Las nenas me miran y me dicen “Ah, sos de Acción Católica, ¿de dónde? ¿Conocés a mis primas?” Sí las conozco, cada vez más puntos de unión entre las dos instituciones.

Van a dar por finalizada la reunión, pero es imposible que los chicos estén tranquilos, se mueven, gritan, quieren jugar. Los dirigentes dilatan el final con un juego, los hacen correr, chocarse, caerse. Los chicos se ríen. Le comento a un dirigente que me da miedo ver a los nenes golpearse porque una de las nenas de mi capilla se cayó corriendo y se “lastimó” la mano y ahora la madre quiere hacer juicio a la aseguradora de la parroquia. El me cuenta que a ellos también les pasó. Ambos concluimos en que no está bueno cuando das todo por los chicos y te lo “devuelven” así.

Ya están calmados, o cansados, y los sientan otra vez. Para cerrar les cuentan que hay una lista de juegos que “murieron”, es decir que no van a hacer por un tiempo (están escritos en una hoja con una lápida dibujada y todo) Los chicos festejan por algunas de las pérdidas, y se quejan por otras. Ahora sí, Nicolás da el toque final, canta el “Do Re Mi Scout”
“Donde quieras que tu estés
Recuerda tu buena acción
Mira siempre hacer el bien
Fácilmente lo podrás
Solamente has de seguir
La vereda de BP(*)
Si sigues un ideal
Tu serás un buen Scout.
En mi grupo yo aprendí
A servir de corazón
Y cuando voy de excursión
Mucho me divierto yo
Solamente has de seguir
La vereda de B P
Si sigues un ideal
Tu serás un buen Scout.”

Son las siete, la reunión terminó y salen en fila para Misa, ellos solos no, todo el Grupo Scout de Corpus Christi va. Esperando en la puerta del templo, me encuentro con Lucía por última vez. Me pregunta cómo la pasé, si me sirvió, se ofrece a ayudarme en lo que necesite y entra.

También me encuentro con Fran, dirigente de los Rovers, se acerca para preguntarme cómo me había ido. Le cuento que bien, que me gustó mucho, pero que Lucía me cargaba por ser de Acción Católica. El me mira y mientras camina me dice “Si tiramos todos para el mismo lado ¿Por qué crear diferencias?” y pensar que yo fui con miedo.

Le mando un mensaje a mi mamá diciéndole que ya terminé, que si puede venir a buscarme. De fondo escucho “Gloria a vos Santo Espíritu, viento y fuego, que hiciste de los pueblos, un solo pueblo.”



(*) BP: Robert Baden-Powell, creador del movimiento Scout.

martes, 18 de mayo de 2010

La fosforerita latinoamericana.


No me di cuenta hasta hoy, de a quién me encontré hace tres años acurrucada cerca del quincho. Julio recién empezaba, y entre escarapelas y pastelitos, la nieve pasó a visitarnos, o más bien a conocernos, ya que muy rara vez su destino es Adrogué.

Cuando nos dimos cuenta del raro acontecimiento salimos con mis hermanos a jugar, como cuando éramos chicos al jardín, renovado ante nuestros ojos ya que una capa blanca lo adornaba. Las camperas y los sweters no alcanzaron para abrigarnos, mucho menos las zapatillas, salvo por Pan, él se puso las botas de nieve. Era tanta la emoción que, estuvimos un rato afuera, hasta que el frio dolió un poco, y después entramos a refugiarnos en las estufas y el café. Pero cuando nuestras manos y pies recuperaron su temperatura, salimos otra vez a jugar. Creo que esa secuencia la repetimos casi todo el día, incluso cuando ya había anochecido.

Pero recién hoy descubrí quién era esa nena sin gorro ni zapatillas, con los pies rojos por el frio, y cuyo mayor abrigo era un viejo delantal. Tenía en sus manos una caja de fósforos, de la cual sacó uno tras uno para verlos consumirse. A primera vista, creí que era ella, la vendedora de fósforos de Andersen ¿Quién más sino? Me resultó raro que estuviera por estos pagos, pero si la nieve había venido, por qué no ella.

Tres años después, me encontré pensándolo dos veces, y si bien se parecía mucho, algunos detalles la diferenciaban, como rizos negros en vez de rubios, y una sonrisa que me resultaba muy familiar.

Y cuando el dolor se hizo fuerte en el pecho y los escalofríos me recorrieron el cuerpo la vi en los ojos de la vendedora de fósforos, a ella, a Solange una de las nenas de la Capilla. Y no pude más que pensar ¿cómo será vivir una nevada cuando tu casa es de chapas y cartón?


Para los chicos y chicas de la Capi.

lunes, 10 de mayo de 2010

¿De qué lado estás Geertz?

Mientras leo el texto de Geertz, una pregunta da vueltas por mi cabeza ¿Qué tan despreciable es para los etnógrafos la escritura no etnográfica? La consideran, para empezar, poco antropológica, innecesaria para los buenos textos antropológicos y la rematan con la idea de que concentrar nuestra atención en el modo en que se presentan los enunciados cognoscitivos mina nuestra capacidad para tomarlos en serio.

Lo que es importante para los antropólogos es convencernos de que lo que dicen es el resultado de haber sido penetrados por otra forma de vida. Ellos deben transmitir que realmente estuvieron allí. Necesitan de la escritura como herramienta para contarlo, pero no de cualquiera, sino que de la “escritura etnológica”, cargada de descripciones, fechas, experiencias. Pero creo que es realmente delgada la línea entre su escritura y la escritura misma, pese a que Foucault la divide a rajatabla (ficción-campo de las ciencias). Si bien en algunos de los ejemplos se plantea la diferencia entre preocupación científica de la humanista, existen aun mas similitudes ¿Por qué? Porque en el fondo, aparte de transmitir que estuvieron ahí, deben convencernos que de haber estado nosotros, hubiéramos sentido lo mismo que ellos. Si sus textos están más cargados de sentimientos que de datos, o viceversa, será un recurso del antropólogo.

¿Tendrán miedo los etnógrafos de “bajar de categoría”? Geertz me contesta, diciendo que si bien la antropología esta mucho más del lado de los discursos “literarios” que de los “científicos”, eso no los convierte en novelistas, del mismo modo que construir hipótesis no lo transforma a uno en científico.