La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
martes, 18 de mayo de 2010
La fosforerita latinoamericana.
No me di cuenta hasta hoy, de a quién me encontré hace tres años acurrucada cerca del quincho. Julio recién empezaba, y entre escarapelas y pastelitos, la nieve pasó a visitarnos, o más bien a conocernos, ya que muy rara vez su destino es Adrogué.
Cuando nos dimos cuenta del raro acontecimiento salimos con mis hermanos a jugar, como cuando éramos chicos al jardín, renovado ante nuestros ojos ya que una capa blanca lo adornaba. Las camperas y los sweters no alcanzaron para abrigarnos, mucho menos las zapatillas, salvo por Pan, él se puso las botas de nieve. Era tanta la emoción que, estuvimos un rato afuera, hasta que el frio dolió un poco, y después entramos a refugiarnos en las estufas y el café. Pero cuando nuestras manos y pies recuperaron su temperatura, salimos otra vez a jugar. Creo que esa secuencia la repetimos casi todo el día, incluso cuando ya había anochecido.
Pero recién hoy descubrí quién era esa nena sin gorro ni zapatillas, con los pies rojos por el frio, y cuyo mayor abrigo era un viejo delantal. Tenía en sus manos una caja de fósforos, de la cual sacó uno tras uno para verlos consumirse. A primera vista, creí que era ella, la vendedora de fósforos de Andersen ¿Quién más sino? Me resultó raro que estuviera por estos pagos, pero si la nieve había venido, por qué no ella.
Tres años después, me encontré pensándolo dos veces, y si bien se parecía mucho, algunos detalles la diferenciaban, como rizos negros en vez de rubios, y una sonrisa que me resultaba muy familiar.
Y cuando el dolor se hizo fuerte en el pecho y los escalofríos me recorrieron el cuerpo la vi en los ojos de la vendedora de fósforos, a ella, a Solange una de las nenas de la Capilla. Y no pude más que pensar ¿cómo será vivir una nevada cuando tu casa es de chapas y cartón?
Para los chicos y chicas de la Capi.
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ana
ResponderEliminarqué hermoso texto: su tono, contenido; el título; la temporalidad "doble" --el suceso, el recuerdo a partir de la lectura de andersen--
resonancias e intertextualidades
felicitaciones
claudia
30-5
Gracias!
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