La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Balance de la cursada

Llegué tarde a la primera clase. Había cursado metodología, bajé para saludar a Esteban y cuando volví al aula ya estaban adentro.

Me senté atrás de todo, pero no por mucho. Claudia nos hizo armar una ronda. No era lo “correcto” o “común” en una clase, y eso lo hacía todavía más divertido.

Las voces empezaron a sonar en el aula, los nombres, qué hacíamos ahí, por qué, cómo nos llevábamos con la escritura y la lectura. Debo admitir que no me gustó mucho hablar esa vez. No me sentía cómoda, a veces soy medio rara. Igual, con el correr del tiempo me solté (un poco). Hablar se me hizo menos difícil. Y mi escribir fue cambiando. Muchas veces revolví en lugares que no quería, toqué algunas cosas que me
dolían, pero seguí escribiendo.

Aprendí a hablar con mis compañeros, cosa que no suelo hacer. Es más fácil quedarme sentada en un rincón tomando apuntes.

Me amigué con la tecnología, y me hice un blog. Me encariñé con él, y ahora quiero seguir usándolo. Aunque quizás ya nadie me lea, me gusta que esté ahí, preguntándome cada vez que lo abro “Nin ¿a dónde vas?” (Nin me dicen en casa)

Me tolero un poco más (jajaja) lo digo en referencia a equivocarme (a veces me gusta) encontrándole el gusto a la reescritura.

Taller fue mi espacio de responsabilidad divertida. Me gustaba sentarme a escribir y saber que no perdía tiempo, era lo que tenía que hacer. Y me encantaba hacerlo. Tanto así que en momentos difíciles que tuve en el año, mi escala de prioridades era: 1) dormir 2) jugar en la parro con los chicos 3) escribir para Taller. No quería saber nada más con nada.

A veces me sentí ñoña, porque por ahí el mismo martes escribía en casa, pero tardaba un poco en publicar. Me daba vergüenza. No quería ser ésa otra vez.

Escribí ensayos, cartas argumentativas, notas con “tono ensayístico” (esas no muy bien), y son cosas que nunca había intentado, que no sabía que podía hacer.

Yo quiero a la facultad, aunque a veces me enoje. Con taller me encontré descubriéndola desde otro lugar. Hablando entre pares, no con gente arriba de tarimas invisibles a los ojos, pero reales en el ego.

No se si es el lugar de decirlo, pero la verdad es que sentía una diferencia gigante entre mi interés en los martes y en los jueves. No terminé de encontrarme en los teóricos. A veces me concentraba un poco más pero era difícil. Ya hablamos una vez del hecho de que a veces se enquilombaba un poco el aula y eso no colaboraba.

Da nostalgia un poco. Uno se lleva más que una nota aprobada. Era más que obligación.

Con respecto a las lecturas de mis compañeros, me acuerdo primero del cuento que leyó Gabi en clase. Lo dicho sin decir fue algo que me gustó mucho y de lo cual intenté aprender.

También, cuando hicimos el la crónica cultural, leer a mis compañeras (Antonela, Brenda y Romina) me generó algo raro, porque las cuatro habíamos ido juntas, pero saber que habíamos visto y sentido cosas distintas me recordó lo libres que somos.

Con respecto a las devoluciones, puedo decir que me sentí siempre muy acompañada, ya sea por Claudia, Emilia y Lisandro, como por mis compañeros. Que se hayan hecho los círculos de lectura en clase, o las devoluciones escritas creo que nos permitió a todos mirar cosas a las cuales muchas veces no les habíamos prestado atención, o mismo saber como podía interpretarse de tantas maneras distintas algo que para uno quizás era único.

Siempre sentí que las devoluciones eran muy respetuosas, con ánimos de ayudarnos a crecer. A veces, las cosas dichas de mala manera pueden marcarnos por mucho tiempo, y no hacernos bien.

Cuando el otro día Claudia decía que ella creía en que se puede enseñar de otra manera, me di cuenta que esa es también una de mis expectativas, tener la posibilidad de cambiar yo y de mostrarle a los demás que es posible, algún día tener alumnos y poder compartir de la manera que compartimos nosotros este año.

Me llevo muchas ganas de seguir escribiendo (sí, ya sé, eso no es nuevo) pero lo que sí es nuevo quizás son mis ganas de innovar. De cambiar, de seguir creciendo.

No sé, es difícil cerrar con Taller. Ojalá no lo hiciéramos.

Gracias a todos.
ana.

2 comentarios:

  1. ¿Podes creer que iba a hacer lo mismo que vos? Solamente lo iba a escribir cuando termina mi instancia en febrero. Si, para los que lean esto, soy uno de los afortunados en tener una chance de aprobar la materia.
    Siempre y cuando me acuerde, vas a ver casi lo mismo que hiciste, pero desde otro punto de vista (como todo) mis clases de taller. Vos me entendes: YUPI

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  2. Qué bueno que lo veas así. Un gusto haberte acompañado este año.

    Hasta mañana, Ana!

    Emilia

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