Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
jueves, 7 de junio de 2012
Declaración de Guerra: A quienes perdonan sólo por la condición de muerto.
miércoles, 18 de abril de 2012
Nin R.I.P.
lunes, 30 de enero de 2012
Teoría y práctica de los abrazos I
Según tengo entendido, no es necesario haber terminado el colegio, ni mucho menos estudiar una carrera universitaria. Se supone que es algo natural, adquirido casi al nacer, no es un don (aunque a algunos nos cueste) ni requiere de un manual de instrucciones.
Casi me animo a decir que no es posible equivocarse o fallar. Cuando aprendemos a andar en bicicleta, es muy factible que nos caigamos un par de veces. Sin embargo, creo imposible que eso nos suceda cuando aprendemos a abrazar (¿aprendemos o simplemente satisfacemos una necesidad?). Como les decía, no consideraría al abrazo una ciencia, aunque por qué no, sí un arte.
Podríamos enumerar sus pasos de la siguiente manera:
1) Estar a una distancia considerable de la susodicha/o a abrazar.
2) Separar los brazos del costado del cuerpo.
3) Elevarlos en dirección al ya mencionado susodicho/a.
4) Rodear a la persona en cuestión, puede ser a la altura del cuello, pecho o cintura.
5) Atraer el cuerpo hacia el de uno mismo.
6) Ejercer cierta presión.
7) Reposar unos minutos en esa posición.
Hay quienes finalizan los mismos con besos (cuello, mejilla, boca), palmadas (odiosas) o distanciándose para mirar a los ojos por unos instantes (a veces esto se acompaña con un apretón de manos).
Claramente, estos son sólo algunos de los métodos, ya que también puede uno recibir un abrazo sorpresivo por la espalda, o mientras duerme, estar sentado junto a alguien que extiende su brazo y lo envuelve y por qué no el abrazo garrapata, tan común en los niños pequeños hacia sus padres cuando estos parten rumbo al trabajo.
Ahora bien, una vez expuesta mi teoría sobre los abrazos, me gustaría pasar a otra parte no menos importante, ya que se trata del otro 50% del abrazo, o como lo llamaremos “el abrazado”.
Luego de exhaustivas investigaciones teórico-prácticas pude determinar que hay varias clases de “abrazados”:
a) Devolvedores: Son aquellos que responden felizmente y con tal entusiasmo que se genera el conocido “abrazo de oso”.
b) Lo acepto, hasta ahí: Aquellos que aceptan el abrazo, y lo devuelven, pero sin mucha emoción (esto no es cuantitativamente proporcional al cariño, sino una cuestión de cuán arisco se es).
c) Los Palmadores: Se los conoce así a quienes cuya devolución se basa en un clap clap sobre la espalda, para luego bajar los brazos.
d) Yo ya me solté, y tu no, ¿por qué?: En este caso se trata de quienes se limitan a eso, a ser abrazados sin siquiera mover un músculo de su cuerpo, sin entender por qué están en esa incómoda situación mientras que el abrazador parece disfrutarlo.
e) Casi físicamente incapacitados, pero no emocionalmente: He aquí la especie más extraña de detectar, ya que podría confundirse a simple vista con el tipo “d” pero esconden una gran diferencia… Ellos sí quieren (y necesitan) ser abrazados, lo disfrutan debajo de su cara de nada, y muchas veces se sienten incapacitados de decir “¿me abrazás?” “gracias por el abrazo, lo necesitaba” e incluso de generar un abrazo por ellos mismos.
Teniendo en cuenta lo expuesto recién, creo necesario hacer una pequeña apreciación personal (por si les quedaban dudas, todo lo anterior fue científicamente probado)
La amiga de una amiga, a quien casi no veo ni conozco, y por cuestiones de ética llamaremos N.N. es una fiel representante de la clase “e” de abrazados. Si bien mantenemos cierta distancia, puedo asegurar que tiene sentimientos debajo de sus fríos modos, y que está en búsqueda de mejorar su condición, ya que muchas veces sólo consigue alejar a la gente cuando no es eso lo que busca. Me animo a decir incluso que agradece ampliamente cada abrazo recibido. Lo único que intento decir es que les tengan paciencia a los deformes del grupo “e”, no lo sé por experiencia personal, obvio, pero creo que lamentan su incapacidad.
Reitero, por si quedan dudas, es una apreciación personal esta última parte, y cualquier similitud con la realidad, es mera coincidencia.
Espero con este breve texto aclarar dudas sobre sus allegados, y que a partir de ahora puedan diferenciar a qué tipo de persona están abrazando. Yo por mi parte, seguiré practicando.
Saludos terrícolas,
nin.
domingo, 11 de diciembre de 2011
Taza, tacita, tazón!

“¿Qué le compraste?” me preguntaron.
“Una taza” respondí.
Esa cosa que suele ser de cerámica o porcelana o algo que si se te cae, se rompe (a menos que sea la linda de Aspis), que sirve para verter cualquier tipo de líquido en su interior y beber. Sí, algo tan simple como eso.
Podría tomar en cualquier tipo de utensilio, en un cuenco de madera, en un coco partido, juntando las dos manos, en vasos, podrían ser mil cosas. Pero a mi, me gustan las tazas. ¿Por qué tanto? No sé. Repaso en mi mente y no es la primera vez que hago este tipo de regalo.
Le compré una a Marian cuando se fue al Sur.
Le trajimos a Pan una de los Beatles.
A Lu para su cumple le mandamos a estampar dos.
Pablo cuando se mudó recibió una bajo el nombre de “Aquí sólo toma Claudio”
Esteban tuvo a Mike. Y antes a las hormigas.
Ayer le tocó el turno a Fran.
Seguí pensando un largo rato por qué es que me gustan tanto las tazas. Por qué me gusta mirarlas, por qué me compraría millones (aunque ninguna le ganaría a la de Peter Pan) y para variar, las respuestas que encontré no fueron muy lógicas, o “importantes”, o vaya uno a saber cómo llamarlas. Fueron respuestas, nada más y nada menos que eso.
Creo que lo principal es que son compañeras. Porque están con vos en largas noches de estudio, porque te ayudan a calentarte cuando en invierno te estás muriendo de frío. Porque no hay persona que no haya pensado “Mi Reino por una taza de café”, porque son parte de un ritual. Ojo, de la misma manera que lo es el mate, otro gran amigo.
Porque uno comparte largas charlas, porque uno hace de la rutina del café un momento único, porque uno negocia con tazas de por medio. Las usa de excusa cuando no sabe qué decir aprovechando largos sorbos, las usa como punto donde mirar, cuando los ojos de quien está enfrente son un desafío difícil de aceptar. Uno festeja en el barcito de la esquina de la facu cuando la cursada termina, brindando en pocillos blancos.
Tazas queridas, no estoy diciendo nada que alguien ya no haya dicho, de eso estoy segura. Simplemente, quería dedicarles estas humildes palabras, y agradecerles por tantos momentos compartidos, a ustedes, y a quienes estaban del otro lado de la mesa.
miércoles, 30 de noviembre de 2011
1/12 DIA MUNDIAL DE LA LUCHA CONTRA EL SIDA

Es nombrar aquello que muchos no quisieran nombrar. Hablar de VIH/sida es hablar de desigualdades, de la falta de acceso al sistema de salud y educación, de diferentes formas de ejercer la sexualidad, de la ampliación de las brechas, de derechos para algunos e injusticias para muchos.
Hablar de VIH es hablar de lo que pasa. Y si no hablamos de lo que pasa, dejamos que pase."
domingo, 25 de septiembre de 2011
Domingo de resaca,
De fondo escucho a mi hermano silbar una melodía que conozco, la cual me lleva a cantar "I don't ever wanna feel, like I did that day" y me doy cuenta que es así: no quiero volver a sentirme de la manera en que me sentí ese día.
No quiero volver a sentirme tan vacía.
No quiero saber que me escuchan y doy lástima.
No quiero tener que desarmar mi habitación.
No quiero parecer una lunática, yendo y viniendo, encontrando lo perdido.
No quiero llorar hasta que duela.
No quiero tener náuseas de tanto llorar.
No quiero dormirme sintiendo un dolor tan grande.
No quiero perderme entre esas olas.
No quiero dejar que otros tengan más control sobre mi que yo misma.
No quiero saber que mi actuar está condicionado por lo que otros hicieron en mi.
Y si bien son mil no quiero, y son imposibles de lograr en lo que humanamente conocemos como ahora, no me preocupa esperar, ese ahora llegará, algún día se cumplirá.
Mientras tanto, me alcanza con la convicción de no quererme ver más así.
jueves, 25 de agosto de 2011
Nin opina: “La Marcha de las Putas”
El martes a la noche, en respuesta al grito de “estas son compañeras mías de la facu” fue que me acerqué al cuarto de Pan para ver de qué hablaba.
Me encontré con un informe en “Duro de domar” sobre La Marcha de las Putas. Algunas cosas las compartía, otras no tanto, pero no fue sino el momento en el piso del estudio lo que me terminó de molestar.
Es imposible que una mujer que ha ido caminando por la calle, con miedo de pasar por una obra, o soportando que hombres se le acerquen y susurren asquerosidades, diga que lo que las chicas plantean, no tiene tanto sentido porque en unos años “van a extrañar estos piropos”. Desde un principio voy a decir NO ESTOY EN CONTRA DEL PIROPO, pero porque un “hola linda” no me molesta escuchar. Algunas cosas me han dicho que me hicieron reír, es verdad “hacen tolón tolón” me sorprendió, me molestó, pero a la vez, me causó gracia, aunque, fue el único. Pero, otras tantas veces, la situación fue totalmente invasiva y violenta. Un domingo, yendo a lo de mi novio, me crucé con un sujeto que iba por la calle quién mientras se acercaba me decía “Te hago…. (complete aquí con la guarangada que le plazca)”, y me dio tanto miedo, y me sentí tan tocada, que me puse a llorar. Creo que en contra de ese tipo de situaciones es de las que hablan las chicas. Me pregunto qué pensaría alguno de los panelistas si viene su hija y les dice que un hombre le dijo tantas pero tantas guarangadas que la hizo llorar.
Por otro lado, llega el verano, hace calor, y cada vez que tomo el tren tengo que pensar qué remera me pongo, si es ajustada, si es escotada… ¿Por qué condicionás tu vestir? Me pueden decir, y la respuesta es para ahorrarme malos momentos. Llámenme exagerada, pero no tengo ganas de escuchar todo lo que harían con vaya uno a saber qué parte de mi cuerpo. No me hago la linda, ni mucho menos, sólo digo que no me gusta pensarme en esa situación, no me gusta imaginar a mi hermana caminando por la calle escuchando ese tipo de cosas.
Creo que hay una notoria diferencia entre un “hola linda”, un “mamasaaaa” y un “te hago… (vuelva a completar con la guarangada que le plazca)”, y no es que aborrezco a cualquier persona que me diga “Che, qué linda estás” o lo que sea, particularmente, estoy en contra de que personas X por la calle vayan incomodándonos, tenemos derecho a caminar sin escuchar este tipo de cosas.
Y si estás casada con un hombre que mientras camina de la mano con vos no le molesta que te digan “pero vení que te encierro en una habitación y te cojo de acá a la China”, creo que hay algo que no está funcionando del todo bien. Bah, al menos para mi.
Y por último, pero no menos importante admito que siempre tuve mucho miedo (como miles de otras mujeres) a sufrir una violación, he tenido pesadillas horribles…Y si bien no digo que las guarangadas al pasar sean una violación, a mi me generan una inestabilidad muy grande, me descolocan emocionalmente, y me remiten a mis más grandes miedos. Entonces frente a esto digo ¿en qué cabeza cabe pensar que me gustaría vestirme de cierta manera sabiendo que provocaría una violación? Sr. Canadiense, nos vestimos como queremos y no somos responsables de los actos que otros cometan sobre nosotras. No intente cubrir sus faltas a la hora de prevenir ciertos eventos culpándonos.
Simplemente me gustaría que este tema dejara de ser tomado como una cosa de “ay, a las chicas no les gusta que les digan lindas” sino realmente ponerse en nuestro lugar, saber cómo nos sentimos cuando escuchamos ciertas cosas, y más que nada saber que La Marcha de las Putas nace por las imbecilidades que dijo Michael Sanguinetti, y espero a éste, nadie salga a defenderlo.