Alicia Entel el año pasado me presentó a Walter Benjamin. Si bien no fué mucho lo que leí de él, de cada línea uno puede sacar algo, exprimiéndola cual naranja. Miembro también de la ya mencionada escuela de Frankfurt, este autor vio cara a cara a los totalitarismos, siendo también perseguido y llevándolo a su (heroica según Entel) muerte, donde antes de dejarse matar por el enemigo que tanto detestaba, decidió el mismo tomar sus propias decisiones, y morir en sus manos, o en las de la morfina.
En este ensayo uno se encuentra con el planteamiento de la ausencia del arte de narrar (teniendo como disparador el título) El autor plantea la desaparición, de la mano de los medios, de la narración, dando paso a la información neta la cual incluso, puede llegar a alienar. ¿Cómo se llegó a esto? Si alguna vez existió, como en el ejemplo citado de Herodoto ¿Por qué ahora es una especie en peligro de extinción?
Teniendo en cuenta el origen y la escuela a la cual pertenece el autor, sería lógico pensar en esta ausencia del narrar y a la vez exceso de información como un arma más. Podemos enterarnos (y cada vez más) todos los días de todo. Pero lo que no sé si podemos, es pensar, que quede a criterio nuestro cómo juzgar la noticia. Qué sentir al leer o escuchar tal o cual cosa. Uno se siente un poco dentro de "Fahrenheit 451" leyendo esto…
“Cada mañana se nos informa sobre las novedades del planeta. Y, sin embargo, somos
pobres en historias singulares. ¿A qué se debe esto? Se debe a que ya no nos llega
ningún acontecimiento que esté libre de datos explicativos.”
Esta herramienta también minimizaría las cosas, o al menos eso creo. Se habla mucho de estadísticas, pero cuando son anónimas, cuando no vemos las caras de a quienes les pasó, les prestamos menos importancia. Esos singulares, son los individuos aislados de los que también hablan Adorno y Horkheimer. De a menos es más difícil organizarse, poner ideas en común, incluso penar. Pero de a menos, es más fácil dominar también.
Benjamin escribe este ensayo desde un lugar especial: su voz la siento cambiante, empieza sonando como resignado, o sentenciando algo, y luego da paso al ejemplo, permitiéndonos abrir los ojos, los oídos, los sentidos y afilando los dedos.
Finalmente sus líneas nos invitan a intentar revertir esta situación. Cree que en la narración existe una fuerza que se está perdiendo, e intenta desde su lugar, convencernos o invitarnos a ayudarlo a que vuelva. O quizás, no tiene nada que ver con esto, y son solo suposiciones.
Deberíamos intentar hacer un ejercicio, buscar en distintos medios el arte de narrar, o su ausencia y si de verdad es el periodismo lo que queremos, desde nuestro lugar, empezar a practicar cómo hacer para que vuelva.
La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
lunes, 25 de octubre de 2010
lunes, 18 de octubre de 2010
"Semejanzas entre los celulares y la Escuela de Frankfurt" Notas de Adorno y Horkheimer
Mi primer encuentro con Adorno y Horkheimer fue durante el primer cuatrimestre del año pasado, más precisamente en una clase de Comunicación I, cátedra Entel.
Había salido a cenar con mi familia a la casa de unos amigos por el cumple de uno de ellos, era lunes a la noche y no había leído el Prólogo a la primera edición alemana del libro “Dialéctica del Iluminismo” para la clase del día siguiente. Por lo que cuando llegué, me cambié, agarré el apunte, el lápiz y me metí en la cama.
Al mejor estilo de “¿De qué estás hablando Willy?” me pregunté ¿De qué están hablando Theodor y Max? No eran mas que palabras y palabras y palabras difíciles, mezcladas vaya uno a saber cómo y sin dar a entender a que querían apuntar con mucha claridad. Igual, me fui a dormir semi-tranquila, al menos lo había intentado, quizás al día siguiente entendería un poco más. Y así fue, cuando en clase el profesor nos empezó a hablar de la Escuela de Frankfurt quedé fascinada. Me parecía increíble como estos dos hombres (en principio, después llegaron los demás) habían presentado al mundo una critica tal de los gobiernos dictatoriales, de la industria cultural, de las masas, sus mensajes se fueron haciendo cada vez más claros para mi.
Sin embargo en “Aislamiento por comunicación” me retrotraigo a otras cosas ¿Se hubieran imaginado Theodor y Max que 66 años después estaría escribiendo en relación a su texto haciendo referencia a algo que se creó después de su muerte y que nunca conocieron? No se por qué, pero creo que sí.
Al hablar de la situación de los trabajadores, separados en cubículos o viajando separados en autos en vez de conversando en el tren (debo admitir que en este punto difiero, que tanto más feliz me hace ir a la facu en auto) no puedo dejar de pensar en los celulares. Tengo el recuerdo del cumpleaños de una amiga en el año 2004. Estábamos todos sentados en ronda en el jardín de su casa, pero de esas, supongamos 20 personas, sólo 4 o 5 tenían celular, el boom recién estaba empezando. Por lo tanto, en pequeños grupos dentro de una misma ronda la gente se concentraba para mirar una pantallita de 2cm x 2cm, casi estupidizados por luces y sonidos mágicos que salían de ellos. Se hablaba poco, y si se hacía era sobre los celulares (obviamente). No terminé de entender o quizás empecé a entender ese día la dinámica que traía de la mano ese singular aparatito.
Me cruzaba a gente caminando abrazados, cada cual con un celular en la mano, mandando mensajes, hablando o incluso, escuchando música. El colmo fue ver en una mesa de restaurant de un lado a una dama, del otro un caballero pero ninguno de los dos se hablaba o miraba… Estaban concentrados en su teléfono.
La modalidad celular-facón también me molesta e irrita. Qué tan macho sos se define por ver quién pone arriba de la mesa el mejor celular, al estilo pulpería del Martin Fierro, un gran duelo quizás sea ver quién escribe un mensaje de texto más rápido.
Se suponía que el celular nos uniría, comunicaría, acercaría… pero algunas cosas no salieron del todo bien. Las denuncias por desaparición (que resultaron erróneas) aumentaron radicalmente, lo cual es lógico, si no te atienden al segundo llamado seguro es porque están tirados en una zanja, no porque se quedaron sin batería o porque simplemente no quieren atender.
No sé si el celular debería haber sido una cosa que no fue, o si es un plan perfectamente diseñado para adiestrar cerebros. Quizás tenga más que ver con esto: “los visitantes descubren que, a través del creciente aislamiento, han llegado a asemejarse cada vez más. La comunicación procede a igualar a los hombres aislándolos.”
El “celu y la coca” ya se convirtieron en una herramienta política, increíble… creo.
Había salido a cenar con mi familia a la casa de unos amigos por el cumple de uno de ellos, era lunes a la noche y no había leído el Prólogo a la primera edición alemana del libro “Dialéctica del Iluminismo” para la clase del día siguiente. Por lo que cuando llegué, me cambié, agarré el apunte, el lápiz y me metí en la cama.
Al mejor estilo de “¿De qué estás hablando Willy?” me pregunté ¿De qué están hablando Theodor y Max? No eran mas que palabras y palabras y palabras difíciles, mezcladas vaya uno a saber cómo y sin dar a entender a que querían apuntar con mucha claridad. Igual, me fui a dormir semi-tranquila, al menos lo había intentado, quizás al día siguiente entendería un poco más. Y así fue, cuando en clase el profesor nos empezó a hablar de la Escuela de Frankfurt quedé fascinada. Me parecía increíble como estos dos hombres (en principio, después llegaron los demás) habían presentado al mundo una critica tal de los gobiernos dictatoriales, de la industria cultural, de las masas, sus mensajes se fueron haciendo cada vez más claros para mi.
Sin embargo en “Aislamiento por comunicación” me retrotraigo a otras cosas ¿Se hubieran imaginado Theodor y Max que 66 años después estaría escribiendo en relación a su texto haciendo referencia a algo que se creó después de su muerte y que nunca conocieron? No se por qué, pero creo que sí.
Al hablar de la situación de los trabajadores, separados en cubículos o viajando separados en autos en vez de conversando en el tren (debo admitir que en este punto difiero, que tanto más feliz me hace ir a la facu en auto) no puedo dejar de pensar en los celulares. Tengo el recuerdo del cumpleaños de una amiga en el año 2004. Estábamos todos sentados en ronda en el jardín de su casa, pero de esas, supongamos 20 personas, sólo 4 o 5 tenían celular, el boom recién estaba empezando. Por lo tanto, en pequeños grupos dentro de una misma ronda la gente se concentraba para mirar una pantallita de 2cm x 2cm, casi estupidizados por luces y sonidos mágicos que salían de ellos. Se hablaba poco, y si se hacía era sobre los celulares (obviamente). No terminé de entender o quizás empecé a entender ese día la dinámica que traía de la mano ese singular aparatito.
Me cruzaba a gente caminando abrazados, cada cual con un celular en la mano, mandando mensajes, hablando o incluso, escuchando música. El colmo fue ver en una mesa de restaurant de un lado a una dama, del otro un caballero pero ninguno de los dos se hablaba o miraba… Estaban concentrados en su teléfono.
La modalidad celular-facón también me molesta e irrita. Qué tan macho sos se define por ver quién pone arriba de la mesa el mejor celular, al estilo pulpería del Martin Fierro, un gran duelo quizás sea ver quién escribe un mensaje de texto más rápido.
Se suponía que el celular nos uniría, comunicaría, acercaría… pero algunas cosas no salieron del todo bien. Las denuncias por desaparición (que resultaron erróneas) aumentaron radicalmente, lo cual es lógico, si no te atienden al segundo llamado seguro es porque están tirados en una zanja, no porque se quedaron sin batería o porque simplemente no quieren atender.
No sé si el celular debería haber sido una cosa que no fue, o si es un plan perfectamente diseñado para adiestrar cerebros. Quizás tenga más que ver con esto: “los visitantes descubren que, a través del creciente aislamiento, han llegado a asemejarse cada vez más. La comunicación procede a igualar a los hombres aislándolos.”
El “celu y la coca” ya se convirtieron en una herramienta política, increíble… creo.
domingo, 17 de octubre de 2010
"Do you speak spanish?" Notas de María Negroni
Corría el año 1985 en Argentina y estaba cargado de nuevas situaciones: Desde 1983 la democracia se había restaurado en el país, el gobierno de Alfonsín cumplía su segundo año, se produjo el terremoto en Mendoza dejando como saldo 6 muertos, 238 personas heridas y 12000 viviendas destruidas, se inició también el Juicio a las Juntas, el Plan Austral se puso en marcha, al igual que se terminó de ultimar la firma del Tratado de paz y amistad entre Argentina y Chile. Entre otras cosas de menor envergadura, por ejemplo, nació mi hermano Panchi y la rosarina María Negroni llegaba a New York por primera vez.
En su ensayo “Ir volver/de un adónde a un adónde” vagué por varios lugares creo particularmente por esa manera de explicar sus idas y vueltas, sus amores y desamores e incluso su falta de patria en algún aspecto.
“Y, al revés, ¿Cómo reaccionar cuando sentimos que hablar ingles nos limita, nos obliga a vivir en un mundo insuficiente, casi falso? Peor que eso, cuando descubrimos que el problema va mucho mas allá de las palabras, porque cada cultura tiene valores a los que responde en lenguaje, un sistema de creencias que determinan la manera de sentir el placer y el dolor, de apreciar la belleza y la sexualidad, de fijar la distancia aceptable entre los cuerpos en un abrazo o en un mimo”
Volviendo de Disney hubo un momento en el que me sentí tan lejos de casa y tan sola, y esa sensación fue, principalmente, por el idioma. Estaba separada de mis hermanas, ya que mi pasaje lo sacamos después, por lo que quedaron unas cuantas filas más adelante. El avión no podía despegar de Orlando porque en Atlanta llovía a cántaros, y estuvimos arriba del mismo, sobre la pista demorados más de una hora. Miraba por la ventana, escribía, pensaba en el cumple de Esteban que era ese día, y de a poquito me hundí más y más en mi asiento. Lo peor de todo es que alrededor mío sólo escuchaba voces, las cuales a veces entendía, pero otras no. Una familia de 10 brasileros me rodeaba, adelante tenia a unas yankees, de vez en cuando el capitán hablaba por altoparlante… “Su lengua no es mi lengua. Me siento lejos de casa” escribí en mi cuaderno.
Mis abuelos, mi mamá y mis tías (de hecho, una de ellas nació allá) también vivieron en New York, pero varios años antes, en la década del ‘50. Trasladaron a mi abuelo a EEUU ya que un accidente de tren lo había dejado bastante malherido y la medicina allá lo iba a saber tratar mejor. Mi mamá curso allá primer grado, con todo lo que eso implica. Sus primeras enseñanzas con respecto a la lengua, a su gramática, fueron precisamente en otra lengua. Tanto es así que cuando volvió no entendía por qué jaula no se escribía con H como house, si sonaba igual… A mi me pasó, en mucho menor grado, pero me enojé mucho conmigo misma cuando me encontré pensando en ingles ¿Por qué si yo no hablo así? Ni hablar cuando me escuché diciendo la palabra “refrigerador”.
No estamos ni en 1958, ni en 1985, estamos nada mas y nada menos que en el siglo XXI y pienso en el 11 de septiembre, conocido como el día del maestro, o ahora como el cumpleaños de Esteban. Transitaba como otro sábado más, me levanté, fui al comedor, me serví café, compré el diario y en inglés recordé que acá (en ese momento) allá (ahora), no estaban de festejo, sino rindiendo homenaje a los fallecidos 9 años atrás en el atentado a las Torres Gemelas.
En su ensayo “Ir volver/de un adónde a un adónde” vagué por varios lugares creo particularmente por esa manera de explicar sus idas y vueltas, sus amores y desamores e incluso su falta de patria en algún aspecto.
“Y, al revés, ¿Cómo reaccionar cuando sentimos que hablar ingles nos limita, nos obliga a vivir en un mundo insuficiente, casi falso? Peor que eso, cuando descubrimos que el problema va mucho mas allá de las palabras, porque cada cultura tiene valores a los que responde en lenguaje, un sistema de creencias que determinan la manera de sentir el placer y el dolor, de apreciar la belleza y la sexualidad, de fijar la distancia aceptable entre los cuerpos en un abrazo o en un mimo”
Volviendo de Disney hubo un momento en el que me sentí tan lejos de casa y tan sola, y esa sensación fue, principalmente, por el idioma. Estaba separada de mis hermanas, ya que mi pasaje lo sacamos después, por lo que quedaron unas cuantas filas más adelante. El avión no podía despegar de Orlando porque en Atlanta llovía a cántaros, y estuvimos arriba del mismo, sobre la pista demorados más de una hora. Miraba por la ventana, escribía, pensaba en el cumple de Esteban que era ese día, y de a poquito me hundí más y más en mi asiento. Lo peor de todo es que alrededor mío sólo escuchaba voces, las cuales a veces entendía, pero otras no. Una familia de 10 brasileros me rodeaba, adelante tenia a unas yankees, de vez en cuando el capitán hablaba por altoparlante… “Su lengua no es mi lengua. Me siento lejos de casa” escribí en mi cuaderno.
Mis abuelos, mi mamá y mis tías (de hecho, una de ellas nació allá) también vivieron en New York, pero varios años antes, en la década del ‘50. Trasladaron a mi abuelo a EEUU ya que un accidente de tren lo había dejado bastante malherido y la medicina allá lo iba a saber tratar mejor. Mi mamá curso allá primer grado, con todo lo que eso implica. Sus primeras enseñanzas con respecto a la lengua, a su gramática, fueron precisamente en otra lengua. Tanto es así que cuando volvió no entendía por qué jaula no se escribía con H como house, si sonaba igual… A mi me pasó, en mucho menor grado, pero me enojé mucho conmigo misma cuando me encontré pensando en ingles ¿Por qué si yo no hablo así? Ni hablar cuando me escuché diciendo la palabra “refrigerador”.
No estamos ni en 1958, ni en 1985, estamos nada mas y nada menos que en el siglo XXI y pienso en el 11 de septiembre, conocido como el día del maestro, o ahora como el cumpleaños de Esteban. Transitaba como otro sábado más, me levanté, fui al comedor, me serví café, compré el diario y en inglés recordé que acá (en ese momento) allá (ahora), no estaban de festejo, sino rindiendo homenaje a los fallecidos 9 años atrás en el atentado a las Torres Gemelas.
lunes, 11 de octubre de 2010
Ensayando el ensayo
Para ser honesta, muy pocas veces pensé en un ensayo como un “Escrito en el cual un autor desarrolla sus ideas sin necesidad de mostrar el aparato erudito.”
Pensé en mi amigo Tomi ensayando los martes y jueves a la noche.
Me vi ensayando en un teatro alguna que otra coreografía.
Ensayé lo que quería decirle a alguien también, aunque ahora que lo pienso, quizás ensayé un ensayo (en el caso de que eso fuera posible)
Recordé a mi amiga Caro corriendo de un lado al otro, para llegar a sus distintos ensayos de teatro, desde “Ifigenia” hasta “Esperando la carroza”
Incluso, pensé en tubos de ensayo.
Claramente, de las definiciones de ensayo que hay, yo tomé la de “Representación completa de una obra dramática o musical antes de presentarla al público.” Pienso que quizás, no sepa apropiarme del ensayo, así como me costó hacerlo con las notas.
Leo los textos del cuadernillo y tengo una ensalada de ideas distintas, mezclas de realidad y ficción, me dan ganas de escribir pero no se bien qué ¿Será un ensayo?
Me acuerdo de “Photoholic” mis notas de Celia Güichal, en donde vieron una punta de ensayo. Debería releerlas a ver si yo también la encuentro. O quizás, no tengo tan internalizado el termino y es cuestión de amasarlo un rato, pensarlo, descifrarlo y así intentar llegar a algo.
Mientras tanto, será cuestión de “ensayo y error”.
Pensé en mi amigo Tomi ensayando los martes y jueves a la noche.
Me vi ensayando en un teatro alguna que otra coreografía.
Ensayé lo que quería decirle a alguien también, aunque ahora que lo pienso, quizás ensayé un ensayo (en el caso de que eso fuera posible)
Recordé a mi amiga Caro corriendo de un lado al otro, para llegar a sus distintos ensayos de teatro, desde “Ifigenia” hasta “Esperando la carroza”
Incluso, pensé en tubos de ensayo.
Claramente, de las definiciones de ensayo que hay, yo tomé la de “Representación completa de una obra dramática o musical antes de presentarla al público.” Pienso que quizás, no sepa apropiarme del ensayo, así como me costó hacerlo con las notas.
Leo los textos del cuadernillo y tengo una ensalada de ideas distintas, mezclas de realidad y ficción, me dan ganas de escribir pero no se bien qué ¿Será un ensayo?
Me acuerdo de “Photoholic” mis notas de Celia Güichal, en donde vieron una punta de ensayo. Debería releerlas a ver si yo también la encuentro. O quizás, no tengo tan internalizado el termino y es cuestión de amasarlo un rato, pensarlo, descifrarlo y así intentar llegar a algo.
Mientras tanto, será cuestión de “ensayo y error”.
domingo, 10 de octubre de 2010
Otro punto de vista de mi proyecto narrativo
¿Ya está? ¿Ya pasó? ¿Esto era todo? ¿Estar parado en mi casa y de pronto listo? ¿O algo salió mal y sigo arriba?
¿Y la paz? ¿Y la alegría? ¿Y la tranquilidad? ¿Donde están? Yo quería estar libre de culpa y ahora no puedo. Ahora no entiendo. ¿A dónde me fui? Era todo muy sencillo, salir del trabajo, viajar en subte, llegar a mi casa y hacerlo. Para dejar de pensar, para dejar de sentir, para dejar…
Pero ahora no sé, no siento, no veo, no escucho, pero pienso. No era eso lo que yo quería, no era eso lo que buscaba. Necesitaba algo que me calmara, necesitaba escapar ¿y dónde está? ¿Qué me hiciste? ¿Por qué me engañaste así? Yo creí que al morir sería recibido en el cielo, creí que todo terminaba, que el dolor terminaba para volver a la plenitud. No entiendo.
Ya pasó un rato creo. No sé cuánto, minutos, horas, días. Acá todo es muy parecido. “Acá” ¿Qué será eso? Un hospital, una funeraria, quizás ya esté bajo tierra… O quizás todavía sigo colgado en mi casa y nadie me encontró. ¿Quién lo hará? ¿O quién lo habrá hecho? Espero no haya sido ella, no podría soportar saber que me vio en ese estado. Quizás algún día me entere, quizás algún día salga de esta situación de paso y vaya a otro lugar. O quizás esta sea mi eternidad. Pero no podría ser esta, porque seria injusto ¿Por qué lo habría hecho entonces? Es lo mismo, siento el peso de mi dolor todavía en mi espalda, como lo sentía en casa, en el trabajo, en la calle ¿Por qué no funciona? Yo ya no podía mas, y ahora sigo sin poder, nada cambió ¿nada va a cambiar?
Y todos aquellos que creen que nosotros somos facilistas, que buscamos la salida corta, me gustaría volver y decirles que no. Los imagino a mis amigos, en mi velorio, pensándome como un cagón. Los querría ver a ellos así, en este limbo eterno, de incertidumbre, de oscuridad, de silencio. A esta altura ya no se que es peor, si haberme quedado allá o acá, tomé una decisión y no sé si fue la correcta o no.
Tal vez, de haber sabido que esto era así, hubiera hecho otra cosa, quizás hubiera intentado enmendar mis errores para poder estar en paz cuando me llegara el momento. Dejar asuntos pendientes, quizás esa no fue una buena decisión.
¿Y la paz? ¿Y la alegría? ¿Y la tranquilidad? ¿Donde están? Yo quería estar libre de culpa y ahora no puedo. Ahora no entiendo. ¿A dónde me fui? Era todo muy sencillo, salir del trabajo, viajar en subte, llegar a mi casa y hacerlo. Para dejar de pensar, para dejar de sentir, para dejar…
Pero ahora no sé, no siento, no veo, no escucho, pero pienso. No era eso lo que yo quería, no era eso lo que buscaba. Necesitaba algo que me calmara, necesitaba escapar ¿y dónde está? ¿Qué me hiciste? ¿Por qué me engañaste así? Yo creí que al morir sería recibido en el cielo, creí que todo terminaba, que el dolor terminaba para volver a la plenitud. No entiendo.
Ya pasó un rato creo. No sé cuánto, minutos, horas, días. Acá todo es muy parecido. “Acá” ¿Qué será eso? Un hospital, una funeraria, quizás ya esté bajo tierra… O quizás todavía sigo colgado en mi casa y nadie me encontró. ¿Quién lo hará? ¿O quién lo habrá hecho? Espero no haya sido ella, no podría soportar saber que me vio en ese estado. Quizás algún día me entere, quizás algún día salga de esta situación de paso y vaya a otro lugar. O quizás esta sea mi eternidad. Pero no podría ser esta, porque seria injusto ¿Por qué lo habría hecho entonces? Es lo mismo, siento el peso de mi dolor todavía en mi espalda, como lo sentía en casa, en el trabajo, en la calle ¿Por qué no funciona? Yo ya no podía mas, y ahora sigo sin poder, nada cambió ¿nada va a cambiar?
Y todos aquellos que creen que nosotros somos facilistas, que buscamos la salida corta, me gustaría volver y decirles que no. Los imagino a mis amigos, en mi velorio, pensándome como un cagón. Los querría ver a ellos así, en este limbo eterno, de incertidumbre, de oscuridad, de silencio. A esta altura ya no se que es peor, si haberme quedado allá o acá, tomé una decisión y no sé si fue la correcta o no.
Tal vez, de haber sabido que esto era así, hubiera hecho otra cosa, quizás hubiera intentado enmendar mis errores para poder estar en paz cuando me llegara el momento. Dejar asuntos pendientes, quizás esa no fue una buena decisión.
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