Querido futuro viudo:
Te escribo para contarte que estás próximo a enviudar.
¿Por qué?
Por ser piurano y nunca llevarme a la ciudad de Piura ni a las ruinas jesuitas. Mucho menos a Suiza ¿Ves que sos ruin, y me hiciste vivir ruinmente?
¡Ay Luis! Te crees ruiseñor, y de tu boca sólo sale ruido. Ni siquiera te gusta Sui Géneris, y de tus fluidos diurnos, tu cara de cuis y esa tuina amarilla mejor no hablar.
Tu frente dice “¡Cuidado! Buitre al acecho de jovencitas”, pero en la cama, parecías cuica. ¡Que infelices fuimos!
Siempre descuidándome a mi, pero a la miura de tu madre, no. ¡Que te cuide ella ahora!
Tomalo como una huida, pero no puedo más, estoy destruida.
Yo, la que te hago viudo (o viudito como gustes) y te condena a la viudez, se suicida de este matrimonio.
Cuidate.
Tu querida viuda, Liuvina
La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.
viernes, 30 de abril de 2010
jueves, 29 de abril de 2010
“La Cultura y su mirada” Exposición de fotos de Steve McCurry en el Centro Cultural Borges (reescritura)
Es la una del mediodía, tengo hambre y salgo de cuatro horas consecutivas de Semiótica. Hace un rato, cuando las chicas me preguntaron “¿A dónde vas?” les dije que a la muestra de Steve McCurry, el que le sacó la foto a la afgana con la cara descubierta. ¡Pobre Steve! Pensé, hizo tanto más que sacar esa foto… Este oriundo de Philadelphia, es considerado uno de los mejores fotógrafos del mundo. Colaborador de la National Geographic y autor de varios libros, también forma parte de una fundación llamada ImagineAsia la cual busca darle una mano a la educación y lo referido a la salud en Afganistán.
Nos encontramos en la puerta de Ramos y caminamos para al subte, línea B, destino: Estación Florida. Llegamos a Ángel Gallardo y se nos va uno en las narices, a esta hora hacer la cola para cargar la subtecard puede demorarte bastante. Llega otro, lo tomamos y desembarcamos en el lugar elegido. Cuando salimos el frio nos pega en la cara.
Mientras caminamos esas cuadras repletas de gente, siento que veo mil caras por segundo. Me creo extranjera en este país de trajes y corbatas. No formo parte de la moda, tengo mochila y jean, no me corren los relojes, ni los jefes, y mucho menos la temible cárcel telefónica, conocida como celular (obvio que en su mas moderna versión con pantallas touch y esas cosas) Igual, creo que mi paso lento, heredado de los paseos adroguenses, y el Nokia 1108 también les hace notar a ellos que no soy de acá.
Algo me llama la atención en estas cuadras. No me pasa muy a menudo, pero mientras paso por los locales me veo con ganas de comprar. Cualquier cosa, desde cámaras digitales y ropa hasta calculadoras científicas o portarretratos. Una promotora de Mc Donalds se acerca, me da un panfleto y eso me hace meditar si almorzaré o no ahí.
Cerca de las dos de la tarde termina nuestra corta caminata frente al Centro Cultural Borges (ubicado dentro de las Galerías Pacífico). En la puerta la veo. Con sus inmensos ojos verdes, como siempre. Sharbat Gula me está invitando a entrar a esta exposición llamada “Culturas”. Según lo que leí, McCurry busca expresar en la selección de imágenes la esencia de la lucha humana y la alegría.
Una vez adentro, rumbo al mostrador, pasamos por “The coffee store” ¡Qué ganas de tomarme un café! Las largas escaleras al mejor estilo “Rocky” nos invitan amablemente a usar la versión mecánica de las mismas.
-Hola, venimos a la muestra de Steve McCurry.
-¿Son estudiantes?
-Sí, ¿necesitás la libreta?
-No.
-Ah, bueno, listo entonces.
Ya en la sala 21 el ambiente me va relajando, somos la mayoría del tiempo nosotras cuatro en toda la muestra. De vez en cuando entra alguna que otra persona, extranjera o que supongo se hizo un minuto en la hora del almuerzo para venir.
Así, bañada en tranquilidad, empiezo mi viaje hacia otras Culturas. Mi primera parada, según lo que dice la leyenda de la pared, me señala que estoy en el eje “Vida cotidiana” Las imágenes desfilan ante mi (o quizás, lo hago yo frente a ellas), y me encuentro frente a cada una imaginándoles una historia, dolorosa la mayoría de las veces. Me siento conectada con una. En mi cotidianeidad está presente el Roca, y en la de estos mozos que sirven desayunos en el tren, de alguna manera también. Salvo que ellos arriesgan su vida por su sueldo, pasándose las bandejas por afuera de los vagones. Yo arriesgo la mía intentando entrar al tren de 07:26 de la mañana por el estudio. Pueden ser las historias o conexiones lo que hacen que mis pies de a poco se despeguen del suelo, o tal vez, esos lugares hermosos y totalmente devastados por inundaciones, pobreza, guerra. Veo a un sastre, o parte de él, caminando con su vieja máquina de coser al hombro y el agua hasta el cuello Los chicos vagando por ahí bajo la lluvia, un hombre mayor durmiendo en un banco en la calle, y abajo un perro en la misma posición, de vez en cuando, alguna sonrisa… Intento anotar todo, nombres, lugares, fechas, pero la experiencia ya empieza a desbordarme.
Sigo volando, ahora por el segundo eje llamado “Historias en un rostro” Hay una fuerza indescriptible en cada una de las miradas Tantas cosas distintas reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos. Está por ejemplo el retrato de Ali Aqa. Tiene quince años, su familia es pobre, su ropa usada y su sueño, ser abogado. La foto es del 2007. Me pregunto si lo logrará. Sus ojos me dicen que sí. McCurry cuenta que al publicarse esta foto, varias agrupaciones ofrecieron pagar por los estudios de Ali, pero que lamentablemente podría llevar años volver a encontrarlo, si es que se lo encuentra. Me pregunto, ¿qué será del futuro de los demás protagonistas? Por ejemplo de los nenes, como aquél solo y desafiante, sentado en una mesa, o el de ella divina y risueña, con su velo verde. Otro recibiendo órdenes de su abuelo, quien lo manda en busca de agua (me acuerdo del mío, como lo extraño) O de los adultos también, como el trabajador con la cara llena de carbón, y los ojos llenos de agotamiento o la mujer que en brazos tiene a su hijo y bajo la lluvia le pide limosnas a los que viajan en un auto. Esa foto sacada desde adentro me hace percibir que era a él a quien le pedían, era a McCurry.
Mi viaje hace escala en el tercer eje “La mística de lo sagrado”. Lo sagrado para ellos, los monjes que caminan bajo la lluvia rapados y con sus largos trajes bordó, o quienes se reúnen, bañados en pintura, para vivir el festival de Holi, es distinto de lo que yo considero sagrado. Jesucristo por un lado, Buda por el otro ¿no? a menos que… A menos que en el fondo todos busquemos el bien común, la paz interior y lograr una vida más justa para los demás. Con mayor o menor ortodoxia, o con rituales distintos, creo que en las bases, somos muy parecidos. Largas banderas de oración recorren las montañas orientales, cargadas de agradecimientos y peticiones, del mismo modo que recorremos nosotros las calles en el Vía Crucis.
Bajo a la Tierra por un momento. Una mujer del staff del Centro pasa a arreglar la esquina de una imagen. Veo un clavo tirado en el piso. Escucho a alguien decir que es la segunda vez que viene a ver la muestra. ¡Qué coraje! Estar acá me está dejando una sensación agri-dulce. Comento con las chicas algunas cosas y ahora vuelo otra vez.
Ya cerca del final, no lo puedo controlar. Cada vez subo más alto. No siento estar ni en Buenos Aires, ni en el ruidoso microcentro, menos aún en las coquetas Galerías Pacífico. Estoy en Afganistán, o en la India quizás, escuchando historias, viviéndolas. Me enojo porque hasta hace un rato me preocupaba ir o no a Mc, o ese estúpido arranque de compradicción.
En mi última escala “Culturas en crisis” veo a nenes armados listos para dar su vida en el campo de batalla, también jugando en un tanque, como si fuera un tobogán. Hay una foto que la siento “distinta”, el protagonista es de Latino América y no tiene más de seis años. Mientras llora, se apunta a la cabeza con un arma (espero sea de juguete). Lo curioso es que de tremenda imagen, lo que más me duele es la remera de Spiderman que lleva puesta. Toto, un nene que viene los sábados a la parro, tiene una parecida. ¿Qué pasaría si el de la foto no fuera un extraño, y fuera él?
La exposición sigue, mostrándome derrames de petróleo, paisajes en llamas, exclusión social, gente muy lastimada en hospitales, o tirada en la calle con un rifle en la mano. Pensar que tanto dolor fue causado de un hombre a otro, me pone la piel de gallina. ¿Cómo llegamos a esta crisis cultural? Me indigno, como ser humano, como católica, como una simple chica a la cual la realidad le está pidiendo respuestas y ella no hace nada…
Mi viaje terminó, o al menos eso creo. Estoy por salir, pero antes, le pregunto al hombre de seguridad, que está en la entrada de la sala, si siempre es tan tranquilo el lugar. Me cuenta que esa exposición es la que más gente mueve, pero que a la tardecita es el horario pico. Con razón no hay nadie, son recién las tres de la tarde.
Una vez afuera del Borges mientras camino para el subte, siento a las ideas que siguen fluyendo, una atrás de la otra. De fondo se mezcla la música de Bryan Adams, un violín y la percusión proveniente de tres tachos de pintura. Camino, pero ya no veo solo trajes y corbatas. Veo miradas. Estas también reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos, dejamos de ser extraños como en el camino de ida. Llego a la estación Lavalle, entro, un nene durmiendo en el piso me recibe. ¿Sigo en aquellas tierras lejanas? ¿Por qué estoy viendo lo mismo que en las fotos? Inmediatamente busco en mi anotador una de las frases que había en las paredes de la exposición:
“En el cielo no hay distinción entre oriente y occidente; la gente crea esa distinción en su propia mente y luego cree que es cierta”
Ahora entiendo, ahora me siento un poco mejor. Es verdad, capaz no sea mucho, o de hecho nada, lo que pueda hacer por las personas de esas fotos, pero, todavía queda mucha gente cerca a la cual ayudar. No hay distinción, somos todos uno.
Ya en el tren, el vaivén del Roca me acuna en la vuelta a casa, mientras que entre el sueño y la vigilia, pienso cuál será la próxima escala de mi viaje.
Nos encontramos en la puerta de Ramos y caminamos para al subte, línea B, destino: Estación Florida. Llegamos a Ángel Gallardo y se nos va uno en las narices, a esta hora hacer la cola para cargar la subtecard puede demorarte bastante. Llega otro, lo tomamos y desembarcamos en el lugar elegido. Cuando salimos el frio nos pega en la cara.
Mientras caminamos esas cuadras repletas de gente, siento que veo mil caras por segundo. Me creo extranjera en este país de trajes y corbatas. No formo parte de la moda, tengo mochila y jean, no me corren los relojes, ni los jefes, y mucho menos la temible cárcel telefónica, conocida como celular (obvio que en su mas moderna versión con pantallas touch y esas cosas) Igual, creo que mi paso lento, heredado de los paseos adroguenses, y el Nokia 1108 también les hace notar a ellos que no soy de acá.
Algo me llama la atención en estas cuadras. No me pasa muy a menudo, pero mientras paso por los locales me veo con ganas de comprar. Cualquier cosa, desde cámaras digitales y ropa hasta calculadoras científicas o portarretratos. Una promotora de Mc Donalds se acerca, me da un panfleto y eso me hace meditar si almorzaré o no ahí.
Cerca de las dos de la tarde termina nuestra corta caminata frente al Centro Cultural Borges (ubicado dentro de las Galerías Pacífico). En la puerta la veo. Con sus inmensos ojos verdes, como siempre. Sharbat Gula me está invitando a entrar a esta exposición llamada “Culturas”. Según lo que leí, McCurry busca expresar en la selección de imágenes la esencia de la lucha humana y la alegría.
Una vez adentro, rumbo al mostrador, pasamos por “The coffee store” ¡Qué ganas de tomarme un café! Las largas escaleras al mejor estilo “Rocky” nos invitan amablemente a usar la versión mecánica de las mismas.
-Hola, venimos a la muestra de Steve McCurry.
-¿Son estudiantes?
-Sí, ¿necesitás la libreta?
-No.
-Ah, bueno, listo entonces.
Ya en la sala 21 el ambiente me va relajando, somos la mayoría del tiempo nosotras cuatro en toda la muestra. De vez en cuando entra alguna que otra persona, extranjera o que supongo se hizo un minuto en la hora del almuerzo para venir.
Así, bañada en tranquilidad, empiezo mi viaje hacia otras Culturas. Mi primera parada, según lo que dice la leyenda de la pared, me señala que estoy en el eje “Vida cotidiana” Las imágenes desfilan ante mi (o quizás, lo hago yo frente a ellas), y me encuentro frente a cada una imaginándoles una historia, dolorosa la mayoría de las veces. Me siento conectada con una. En mi cotidianeidad está presente el Roca, y en la de estos mozos que sirven desayunos en el tren, de alguna manera también. Salvo que ellos arriesgan su vida por su sueldo, pasándose las bandejas por afuera de los vagones. Yo arriesgo la mía intentando entrar al tren de 07:26 de la mañana por el estudio. Pueden ser las historias o conexiones lo que hacen que mis pies de a poco se despeguen del suelo, o tal vez, esos lugares hermosos y totalmente devastados por inundaciones, pobreza, guerra. Veo a un sastre, o parte de él, caminando con su vieja máquina de coser al hombro y el agua hasta el cuello Los chicos vagando por ahí bajo la lluvia, un hombre mayor durmiendo en un banco en la calle, y abajo un perro en la misma posición, de vez en cuando, alguna sonrisa… Intento anotar todo, nombres, lugares, fechas, pero la experiencia ya empieza a desbordarme.
Sigo volando, ahora por el segundo eje llamado “Historias en un rostro” Hay una fuerza indescriptible en cada una de las miradas Tantas cosas distintas reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos. Está por ejemplo el retrato de Ali Aqa. Tiene quince años, su familia es pobre, su ropa usada y su sueño, ser abogado. La foto es del 2007. Me pregunto si lo logrará. Sus ojos me dicen que sí. McCurry cuenta que al publicarse esta foto, varias agrupaciones ofrecieron pagar por los estudios de Ali, pero que lamentablemente podría llevar años volver a encontrarlo, si es que se lo encuentra. Me pregunto, ¿qué será del futuro de los demás protagonistas? Por ejemplo de los nenes, como aquél solo y desafiante, sentado en una mesa, o el de ella divina y risueña, con su velo verde. Otro recibiendo órdenes de su abuelo, quien lo manda en busca de agua (me acuerdo del mío, como lo extraño) O de los adultos también, como el trabajador con la cara llena de carbón, y los ojos llenos de agotamiento o la mujer que en brazos tiene a su hijo y bajo la lluvia le pide limosnas a los que viajan en un auto. Esa foto sacada desde adentro me hace percibir que era a él a quien le pedían, era a McCurry.
Mi viaje hace escala en el tercer eje “La mística de lo sagrado”. Lo sagrado para ellos, los monjes que caminan bajo la lluvia rapados y con sus largos trajes bordó, o quienes se reúnen, bañados en pintura, para vivir el festival de Holi, es distinto de lo que yo considero sagrado. Jesucristo por un lado, Buda por el otro ¿no? a menos que… A menos que en el fondo todos busquemos el bien común, la paz interior y lograr una vida más justa para los demás. Con mayor o menor ortodoxia, o con rituales distintos, creo que en las bases, somos muy parecidos. Largas banderas de oración recorren las montañas orientales, cargadas de agradecimientos y peticiones, del mismo modo que recorremos nosotros las calles en el Vía Crucis.
Bajo a la Tierra por un momento. Una mujer del staff del Centro pasa a arreglar la esquina de una imagen. Veo un clavo tirado en el piso. Escucho a alguien decir que es la segunda vez que viene a ver la muestra. ¡Qué coraje! Estar acá me está dejando una sensación agri-dulce. Comento con las chicas algunas cosas y ahora vuelo otra vez.
Ya cerca del final, no lo puedo controlar. Cada vez subo más alto. No siento estar ni en Buenos Aires, ni en el ruidoso microcentro, menos aún en las coquetas Galerías Pacífico. Estoy en Afganistán, o en la India quizás, escuchando historias, viviéndolas. Me enojo porque hasta hace un rato me preocupaba ir o no a Mc, o ese estúpido arranque de compradicción.
En mi última escala “Culturas en crisis” veo a nenes armados listos para dar su vida en el campo de batalla, también jugando en un tanque, como si fuera un tobogán. Hay una foto que la siento “distinta”, el protagonista es de Latino América y no tiene más de seis años. Mientras llora, se apunta a la cabeza con un arma (espero sea de juguete). Lo curioso es que de tremenda imagen, lo que más me duele es la remera de Spiderman que lleva puesta. Toto, un nene que viene los sábados a la parro, tiene una parecida. ¿Qué pasaría si el de la foto no fuera un extraño, y fuera él?
La exposición sigue, mostrándome derrames de petróleo, paisajes en llamas, exclusión social, gente muy lastimada en hospitales, o tirada en la calle con un rifle en la mano. Pensar que tanto dolor fue causado de un hombre a otro, me pone la piel de gallina. ¿Cómo llegamos a esta crisis cultural? Me indigno, como ser humano, como católica, como una simple chica a la cual la realidad le está pidiendo respuestas y ella no hace nada…
Mi viaje terminó, o al menos eso creo. Estoy por salir, pero antes, le pregunto al hombre de seguridad, que está en la entrada de la sala, si siempre es tan tranquilo el lugar. Me cuenta que esa exposición es la que más gente mueve, pero que a la tardecita es el horario pico. Con razón no hay nadie, son recién las tres de la tarde.
Una vez afuera del Borges mientras camino para el subte, siento a las ideas que siguen fluyendo, una atrás de la otra. De fondo se mezcla la música de Bryan Adams, un violín y la percusión proveniente de tres tachos de pintura. Camino, pero ya no veo solo trajes y corbatas. Veo miradas. Estas también reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos, dejamos de ser extraños como en el camino de ida. Llego a la estación Lavalle, entro, un nene durmiendo en el piso me recibe. ¿Sigo en aquellas tierras lejanas? ¿Por qué estoy viendo lo mismo que en las fotos? Inmediatamente busco en mi anotador una de las frases que había en las paredes de la exposición:
“En el cielo no hay distinción entre oriente y occidente; la gente crea esa distinción en su propia mente y luego cree que es cierta”
Ahora entiendo, ahora me siento un poco mejor. Es verdad, capaz no sea mucho, o de hecho nada, lo que pueda hacer por las personas de esas fotos, pero, todavía queda mucha gente cerca a la cual ayudar. No hay distinción, somos todos uno.
Ya en el tren, el vaivén del Roca me acuna en la vuelta a casa, mientras que entre el sueño y la vigilia, pienso cuál será la próxima escala de mi viaje.
Mis notas de la exposición
Steve McCurry, "Culturas", Centro Cultural Borges, sala 21.
-Vida Cotidiana
Portero durmiendo como un perro en una estación.
Te desayuno pasado entre vagones.
Un niño recibiendo órdenes de su abuelo. Lo manda a buscar agua.
Ali Aqa, 15 años. Quiere ser abogado. ¿Lo habrá logrado? Ojos penetrantes, convicción.
"En el agua hay un reflejo, es alguien que va de viaje"
Fotos con agua, como la de la niña y su padre navegando en su Shikara.
Un perro tratando de escapar de una inundación. Un sastre haciendo lo mismo.
Un hombre bajo la lluvia.
El Taj Mahal reflejado en el agua.
Pescadores sobre palos en el medio del mar.
-Historias en un rostro
Granjero, mirada perdida.
Niña con chal verde, ojos claros, "quiero más"
Niño sentado solo, mirada desafiante.
Trabajador de una mina de carbón, fumando. Ya no puede más.
Madre e hija pidiendo limosna bajo la lluvia a un auto. ¿Era el de Steve?
-La mística de lo sagrado
Monjes caminando bajo la lluvia.
Personas pintadas, festival de Holi.
Tormenta de arena, mujeres se refugian juntas.
Banderas de oración.
¿Qué es sagrado para mi?
-Culturas en Crisis
Niño armado.
Niños jugando en un tanque.
Niño sucio jugando con un arma (¿será de verdad o mentira?) Se apunta a la cabeza. Tiene una remera de Spiderman... ¿Por qué?
Pájaro muriendo por un derrame de petróleo.
Bombas, armas, incendios.
Hospitales, la gente está ahí a causa de otros.
Una mujer y una nena durmiendo, pasa a su lado una serpiente.
Exclusión social (viuda)
"En el cielo no hay distinción entre oriente y occidente; la gente crea estas distinciones en su propia mente y luego cree que son ciertas"
Lugar:
Tranquilo, casi para nosotras. Algún turista, ¿gente en su horario de almuerzo?
Una mujer arregla la esquina de una imagen.
Veo un clavo en el piso.
A pesar de estar en el medio de microcentro, no se siente. Acá hay tranquilidad.
Escucho a alguien decir que es la segunda vez que viene. Hay que volver.
Hablo con el hombre de seguridad.
Viaje de ida:
Subte. Caminata por florida. Ataque de compradiccion. Consumir.
¿Almuerzo en Mc?
Viaje de vuelta:
Música de fondo (Bryan Adams, violin, percusión)
Las mismas miradas.
En la estación Lavalle un nene me recibe durmiendo.
En el Roca, ¿Cómo sigue esto? ¿Seguiré viendo lo de las fotos a mi alrededor?
Me quedé dormida.
-Vida Cotidiana
Portero durmiendo como un perro en una estación.
Te desayuno pasado entre vagones.
Un niño recibiendo órdenes de su abuelo. Lo manda a buscar agua.
Ali Aqa, 15 años. Quiere ser abogado. ¿Lo habrá logrado? Ojos penetrantes, convicción.
"En el agua hay un reflejo, es alguien que va de viaje"
Fotos con agua, como la de la niña y su padre navegando en su Shikara.
Un perro tratando de escapar de una inundación. Un sastre haciendo lo mismo.
Un hombre bajo la lluvia.
El Taj Mahal reflejado en el agua.
Pescadores sobre palos en el medio del mar.
-Historias en un rostro
Granjero, mirada perdida.
Niña con chal verde, ojos claros, "quiero más"
Niño sentado solo, mirada desafiante.
Trabajador de una mina de carbón, fumando. Ya no puede más.
Madre e hija pidiendo limosna bajo la lluvia a un auto. ¿Era el de Steve?
-La mística de lo sagrado
Monjes caminando bajo la lluvia.
Personas pintadas, festival de Holi.
Tormenta de arena, mujeres se refugian juntas.
Banderas de oración.
¿Qué es sagrado para mi?
-Culturas en Crisis
Niño armado.
Niños jugando en un tanque.
Niño sucio jugando con un arma (¿será de verdad o mentira?) Se apunta a la cabeza. Tiene una remera de Spiderman... ¿Por qué?
Pájaro muriendo por un derrame de petróleo.
Bombas, armas, incendios.
Hospitales, la gente está ahí a causa de otros.
Una mujer y una nena durmiendo, pasa a su lado una serpiente.
Exclusión social (viuda)
"En el cielo no hay distinción entre oriente y occidente; la gente crea estas distinciones en su propia mente y luego cree que son ciertas"
Lugar:
Tranquilo, casi para nosotras. Algún turista, ¿gente en su horario de almuerzo?
Una mujer arregla la esquina de una imagen.
Veo un clavo en el piso.
A pesar de estar en el medio de microcentro, no se siente. Acá hay tranquilidad.
Escucho a alguien decir que es la segunda vez que viene. Hay que volver.
Hablo con el hombre de seguridad.
Viaje de ida:
Subte. Caminata por florida. Ataque de compradiccion. Consumir.
¿Almuerzo en Mc?
Viaje de vuelta:
Música de fondo (Bryan Adams, violin, percusión)
Las mismas miradas.
En la estación Lavalle un nene me recibe durmiendo.
En el Roca, ¿Cómo sigue esto? ¿Seguiré viendo lo de las fotos a mi alrededor?
Me quedé dormida.
domingo, 25 de abril de 2010
“La Cultura y su mirada” Exposición de fotos de Steve McCurry en el Centro Cultural Borges
Es la una del mediodía, tengo hambre y salgo de cuatro horas consecutivas de Semiótica. Hace un rato, cuando las chicas me preguntaron “¿A dónde vas?” les dije que a la muestra de Steve Mc Curry, el que le sacó la foto a la afgana con la cara descubierta. ¡Pobre Steve! Pensé. Después, hizo tanto más que sacar esa foto… Este oriundo de Philadelphia, es considerado uno de los mejores fotógrafos del mundo. Colaborador de la National Geographic y autor de varios libros, también forma parte de una fundación llamada ImagineAsia la cual busca darle una mano a la educación y lo referido a la salud en Afganistán.
Nos encontramos en la puerta de Ramos y caminamos para al subte, línea B, destino: Estación Florida. Salimos y el frío nos pega en la cara. Mientras transitamos esas cuadras repletas de gente, siento que veo mil caras por segundo. Me creo extranjera en este país de trajes y corbatas. No formo parte de la moda, tengo mochila y jean. Igual, mi paso lento, heredado de los paseos adroguenses, delata que no soy de acá.
Algo me llama la atención en estas cuadras. No me pasa muy a menudo, pero mientras paso por los locales me veo con ganas de comprar. Cualquier cosa, desde cámaras digitales y ropa hasta calculadoras científicas o portarretratos. Una promotora de Mc Donalds se acerca, me da un panfleto y eso me hace meditar si almorzaré o no ahí.
Terminó nuestra corta caminata, estamos frente al Centro Cultural Borges. En la puerta la veo. Con sus inmensos ojos verdes, como siempre. Sharbat Gula me está invitando a entrar a esta exposición llamada “Culturas”. Según lo que leí, busca expresar en las imágenes la esencia de la lucha humana y la alegría.
Pasamos por “The coffee store” en el camino al mostrador.
-Hola, venimos a la muestra de Steve McCurry.
-¿Son estudiantes?
-Sí, ¿necesitás la libreta?
-No
-Ah, bueno, listo entonces.
Subimos. En la sala 21 el ambiente me relaja, somos la mayoría del tiempo nosotras cuatro en toda la muestra. De vez en cuando entra alguna que otra persona, extranjera o que supongo se hizo un minuto en la hora del almuerzo para venir.
Las imágenes desfilan ante mi (o quizás, lo hago yo frente a ellas), y me encuentro frente a cada una de ellas imaginándoles una historia, dolorosa la mayoría de las veces. No se cómo, pero mis pies empiezan a despegarse del suelo. Me impulsan esos lugares hermosos y totalmente devastados, las inundaciones, la gente trabajando, chicos vagando por ahí, lluvia, petróleo, guerra, de vez en cuando, alguna sonrisa…
Y por más que lo intento, no puedo sacar de encima mis ojos de las miradas. Tantas cosas distintas reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos. Está por ejemplo el retrato de Ali Aqa. Tiene quince años, su familia es pobre, su ropa es usada y su sueño es ser abogado. La foto es del 2007. Me pregunto si lo logrará. Sus ojos me dicen que sí.
Y sigo volando, cada vez más alto. No siento estar ni en Buenos Aires, ni en el ruidoso microcentro, menos aun en las coquetas Galerías Pacifico. Estoy en Afganistán, o en la India quizás, escuchando historias. Me enojo porque hasta hace veinte minutos me preocupaba ir o no a Mc, o ese estúpido arranque de compradicción. Ahora veo a nenes armados, jugando en un tanque, llorando y apuntándose con una pistola en la cabeza, (ruego sea de juguete) un hombre mayor durmiendo en un banco, y abajo un perro en la misma posición ¿Por qué? Me indigno, como ser humano, como católica, como una simple chica a la cual la realidad le está pidiendo respuestas y ella no hace nada.
Bajo a la Tierra otra vez. Una mujer del staff del Centro pasa a arreglar la esquina de una imagen. Veo un clavo tirado en el piso. Escucho a alguien decir que es la segunda vez que viene a ver la muestra. ¡Qué coraje! Esto te hace reflexionar mucho. Comento con las chicas algunas cosas y ahora vuelo otra vez a mi mundo. Leo las paredes, y vuelvo de a poco a concentrarme en las fotos, ya no me falta mucho para terminar. Veo algunas de hospitales, donde hay gente muy lastimada, o tirada en la calle, con un rifle en la mano. Pensar que tanto dolor fue causado de un hombre a otro, me pone la piel de gallina.
Ahora si, ya terminé. Antes de salir le pregunto al hombre de seguridad, que está en la entrada de la sala, si siempre es tan tranquilo el lugar. Me cuenta que esa exposición es la que más gente mueve, pero que a la tardecita es el horario pico. Con razón no hay nadie, son casi las tres de la tarde recién.
Ya saliendo del Borges, las ideas siguen fluyendo de mi cabeza, una atrás de la otra. De fondo se mezcla la música de Bryan Adams, un violín y la percusión proveniente de tres tachos de pintura. Camino, pero ya no veo solo trajes y corbatas. Veo miradas. Estas también reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos. Llego a la estación Lavalle, entro, un nene durmiendo en el piso me recibe. ¿Sigo en aquellas tierras lejanas? ¿Por qué estoy viendo lo mismo que en las fotos? Inmediatamente busco en mi anotador una de las frases que había en las paredes de la exposición:
“En el cielo no hay distinción entre oriente y occidente; la gente crea esa distinción en su propia mente y luego cree que es cierta”
Ahora me siento un poco mejor. Es verdad, capaz no sea mucho, o de hecho nada, lo que pueda hacer por las personas de esas fotos, pero, todavía queda mucha gente cerca a la cual ayudar. No hay distinción, somos todos uno.
Ya en el tren, el vaivén del Roca me acuna en la vuelta a casa, y entre el sueño y la vigilia, sigo sintiendo las miradas.
Nos encontramos en la puerta de Ramos y caminamos para al subte, línea B, destino: Estación Florida. Salimos y el frío nos pega en la cara. Mientras transitamos esas cuadras repletas de gente, siento que veo mil caras por segundo. Me creo extranjera en este país de trajes y corbatas. No formo parte de la moda, tengo mochila y jean. Igual, mi paso lento, heredado de los paseos adroguenses, delata que no soy de acá.
Algo me llama la atención en estas cuadras. No me pasa muy a menudo, pero mientras paso por los locales me veo con ganas de comprar. Cualquier cosa, desde cámaras digitales y ropa hasta calculadoras científicas o portarretratos. Una promotora de Mc Donalds se acerca, me da un panfleto y eso me hace meditar si almorzaré o no ahí.
Terminó nuestra corta caminata, estamos frente al Centro Cultural Borges. En la puerta la veo. Con sus inmensos ojos verdes, como siempre. Sharbat Gula me está invitando a entrar a esta exposición llamada “Culturas”. Según lo que leí, busca expresar en las imágenes la esencia de la lucha humana y la alegría.
Pasamos por “The coffee store” en el camino al mostrador.
-Hola, venimos a la muestra de Steve McCurry.
-¿Son estudiantes?
-Sí, ¿necesitás la libreta?
-No
-Ah, bueno, listo entonces.
Subimos. En la sala 21 el ambiente me relaja, somos la mayoría del tiempo nosotras cuatro en toda la muestra. De vez en cuando entra alguna que otra persona, extranjera o que supongo se hizo un minuto en la hora del almuerzo para venir.
Las imágenes desfilan ante mi (o quizás, lo hago yo frente a ellas), y me encuentro frente a cada una de ellas imaginándoles una historia, dolorosa la mayoría de las veces. No se cómo, pero mis pies empiezan a despegarse del suelo. Me impulsan esos lugares hermosos y totalmente devastados, las inundaciones, la gente trabajando, chicos vagando por ahí, lluvia, petróleo, guerra, de vez en cuando, alguna sonrisa…
Y por más que lo intento, no puedo sacar de encima mis ojos de las miradas. Tantas cosas distintas reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos. Está por ejemplo el retrato de Ali Aqa. Tiene quince años, su familia es pobre, su ropa es usada y su sueño es ser abogado. La foto es del 2007. Me pregunto si lo logrará. Sus ojos me dicen que sí.
Y sigo volando, cada vez más alto. No siento estar ni en Buenos Aires, ni en el ruidoso microcentro, menos aun en las coquetas Galerías Pacifico. Estoy en Afganistán, o en la India quizás, escuchando historias. Me enojo porque hasta hace veinte minutos me preocupaba ir o no a Mc, o ese estúpido arranque de compradicción. Ahora veo a nenes armados, jugando en un tanque, llorando y apuntándose con una pistola en la cabeza, (ruego sea de juguete) un hombre mayor durmiendo en un banco, y abajo un perro en la misma posición ¿Por qué? Me indigno, como ser humano, como católica, como una simple chica a la cual la realidad le está pidiendo respuestas y ella no hace nada.
Bajo a la Tierra otra vez. Una mujer del staff del Centro pasa a arreglar la esquina de una imagen. Veo un clavo tirado en el piso. Escucho a alguien decir que es la segunda vez que viene a ver la muestra. ¡Qué coraje! Esto te hace reflexionar mucho. Comento con las chicas algunas cosas y ahora vuelo otra vez a mi mundo. Leo las paredes, y vuelvo de a poco a concentrarme en las fotos, ya no me falta mucho para terminar. Veo algunas de hospitales, donde hay gente muy lastimada, o tirada en la calle, con un rifle en la mano. Pensar que tanto dolor fue causado de un hombre a otro, me pone la piel de gallina.
Ahora si, ya terminé. Antes de salir le pregunto al hombre de seguridad, que está en la entrada de la sala, si siempre es tan tranquilo el lugar. Me cuenta que esa exposición es la que más gente mueve, pero que a la tardecita es el horario pico. Con razón no hay nadie, son casi las tres de la tarde recién.
Ya saliendo del Borges, las ideas siguen fluyendo de mi cabeza, una atrás de la otra. De fondo se mezcla la música de Bryan Adams, un violín y la percusión proveniente de tres tachos de pintura. Camino, pero ya no veo solo trajes y corbatas. Veo miradas. Estas también reflejan, tristeza, esperanza, cansancio, alegría, desafíos. Llego a la estación Lavalle, entro, un nene durmiendo en el piso me recibe. ¿Sigo en aquellas tierras lejanas? ¿Por qué estoy viendo lo mismo que en las fotos? Inmediatamente busco en mi anotador una de las frases que había en las paredes de la exposición:
“En el cielo no hay distinción entre oriente y occidente; la gente crea esa distinción en su propia mente y luego cree que es cierta”
Ahora me siento un poco mejor. Es verdad, capaz no sea mucho, o de hecho nada, lo que pueda hacer por las personas de esas fotos, pero, todavía queda mucha gente cerca a la cual ayudar. No hay distinción, somos todos uno.
Ya en el tren, el vaivén del Roca me acuna en la vuelta a casa, y entre el sueño y la vigilia, sigo sintiendo las miradas.
miércoles, 21 de abril de 2010
La cita del martes.
Nunca entendí del todo la consigna de llevar un libro. No sabía que tenía que ser uno que por poco hablara por mí, y me encontré llevando uno de los tantos que había mencionado en mi perfil de lectora.
Igualmente, el martes al buscar una cita, “Lo que hizo Katy” de Susan Coolidge, me sorprendió.
“-Empezaré desde mañana- pensó Katy, mientras se quedaba dormida.
¡Con que frecuencia hacemos estas promesas! Es lamentable que cuando llega la mañana y mañana es hoy, a menudo nos despertamos con otras intenciones; descuidados o impacientes y sin sentirnos inclinados en lo más mínimo a llevar a cabo las cosas buenas que habíamos planeado la noche anterior.”
Y si, mañana parece lejos, y prometedor.
Mañana voy a estudiar.
Mañana voy a visitar a mi abuela.
Mañana no me voy a malhumorar.
Mañana voy a dormir siesta.
Mañana no me voy a pelear con mi mamá.
Mañana voy a empezar terapia.
Mañana voy a saber perdonar.
Mañana mi orgullo ya no va a estar.
Mañana voy a intentar poner mi mente en claro.
Mañana no voy a llorar.
Pero, como le pasó a Katy, mañana se hizo hoy. Y me encontré, otra vez, sin cumplir ninguna de esas promesas.
Igualmente, el martes al buscar una cita, “Lo que hizo Katy” de Susan Coolidge, me sorprendió.
“-Empezaré desde mañana- pensó Katy, mientras se quedaba dormida.
¡Con que frecuencia hacemos estas promesas! Es lamentable que cuando llega la mañana y mañana es hoy, a menudo nos despertamos con otras intenciones; descuidados o impacientes y sin sentirnos inclinados en lo más mínimo a llevar a cabo las cosas buenas que habíamos planeado la noche anterior.”
Y si, mañana parece lejos, y prometedor.
Mañana voy a estudiar.
Mañana voy a visitar a mi abuela.
Mañana no me voy a malhumorar.
Mañana voy a dormir siesta.
Mañana no me voy a pelear con mi mamá.
Mañana voy a empezar terapia.
Mañana voy a saber perdonar.
Mañana mi orgullo ya no va a estar.
Mañana voy a intentar poner mi mente en claro.
Mañana no voy a llorar.
Pero, como le pasó a Katy, mañana se hizo hoy. Y me encontré, otra vez, sin cumplir ninguna de esas promesas.
lunes, 19 de abril de 2010
Aprendiendo las lecciones para ser (reescritura)
-¿Qué fue lo que entristeció tanto a Andrés en su inesperada visita? -preguntó con voz dulce la joven Lara, mientras el avión despegaba de Buenos Aires.
José parecía no tener respuestas, ni preguntas, o convicciones, nada… Todo había desaparecido en esa última visita.
-¿Me escuchaste? ¿Qué le pasaba a Andrés? –repitió Lara- Tenía los ojos llorosos cuando me saludó y me pareció oírlos discutir.
-Perdón Lari, estaba en otra cosa. No fue nada, quedate tranquila.
Silenciosamente, y conteniendo las ganas de llorar, no paraba de pensar en que esa visita, no había sido nada, había sido el fin. ¿Cómo explicar la discusión? ¿Cómo explicar el dolor que le habían causado las palabras de Andrés…?
-¿Qué estás haciendo con esos libros? ¿Te agarró miedo y los vas a quemar? –preguntó al entrar, inoportunamente, en la casa de su amigo José.
-Me voy a mudar. Nos vamos a mudar, con Lar…
- ¿Todavía pensás que soy el ingenuo que conociste hace diez años? ¡Cobarde! No me quieras engañar, vos no te vas a mudar, ¡te vas a escapar! Y pensar que creí en vos, fuiste mi maestro, me invitaste a militar, ¡y ahora te vas!
-Tranquilizate, ¿si? Cualquier tipo inteligente se daría cuenta que acá yo ya no puedo estar. Lara está embarazada, y conseguimos un contacto en España que nos recibe. Desde allá voy a seguir trabajando por Argentina, por la justicia y por todos los compañeros que ya no están. Además Andrés, las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para vos.
-No me pidas que te crea, ya no. ¿Hablás de irte a visitar? ¿A vos, un traidor? Y pensar que te creí cuando citábamos a la par a Paco "Empuñé un arma porque busco la palabra justa”. Me indigna pensar que todos estos años, fui el alumno de un traidor.
-Pero si defiendo cada una de esas palabras, Andrés, ¿Por qué ya no me crees?
-Porque no sos el maestro que conocí alguna vez. Espero que tu conciencia te deje caminar por las calles de España, sin prisas, mientras acá, algunos todavía ponemos el pecho.
-Me voy a ir igual, puedo seguir poniendo el pecho desde Madrid ¿Querés que así sea nuestra despedida? ¿Enojados? ¿Diciendo cosas que no queremos?
-Por mi parte, no me molestaría que así fuera. El amigo que alguna vez fuiste, no se dónde quedó. Y no tengo intenciones de perder mi tiempo buscándolo. Y que te quede claro, yo sí soy un hombre de palabra, y de lo que digo, no me arrepiento. Suerte en tu huída, y hasta nunca.
-Lara, estuve pensando, quiero que nuestro hijo esté marcado por la valentía y los valores. Quiero que nuestro hijo se llame Andrés.
José parecía no tener respuestas, ni preguntas, o convicciones, nada… Todo había desaparecido en esa última visita.
-¿Me escuchaste? ¿Qué le pasaba a Andrés? –repitió Lara- Tenía los ojos llorosos cuando me saludó y me pareció oírlos discutir.
-Perdón Lari, estaba en otra cosa. No fue nada, quedate tranquila.
Silenciosamente, y conteniendo las ganas de llorar, no paraba de pensar en que esa visita, no había sido nada, había sido el fin. ¿Cómo explicar la discusión? ¿Cómo explicar el dolor que le habían causado las palabras de Andrés…?
-¿Qué estás haciendo con esos libros? ¿Te agarró miedo y los vas a quemar? –preguntó al entrar, inoportunamente, en la casa de su amigo José.
-Me voy a mudar. Nos vamos a mudar, con Lar…
- ¿Todavía pensás que soy el ingenuo que conociste hace diez años? ¡Cobarde! No me quieras engañar, vos no te vas a mudar, ¡te vas a escapar! Y pensar que creí en vos, fuiste mi maestro, me invitaste a militar, ¡y ahora te vas!
-Tranquilizate, ¿si? Cualquier tipo inteligente se daría cuenta que acá yo ya no puedo estar. Lara está embarazada, y conseguimos un contacto en España que nos recibe. Desde allá voy a seguir trabajando por Argentina, por la justicia y por todos los compañeros que ya no están. Además Andrés, las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para vos.
-No me pidas que te crea, ya no. ¿Hablás de irte a visitar? ¿A vos, un traidor? Y pensar que te creí cuando citábamos a la par a Paco "Empuñé un arma porque busco la palabra justa”. Me indigna pensar que todos estos años, fui el alumno de un traidor.
-Pero si defiendo cada una de esas palabras, Andrés, ¿Por qué ya no me crees?
-Porque no sos el maestro que conocí alguna vez. Espero que tu conciencia te deje caminar por las calles de España, sin prisas, mientras acá, algunos todavía ponemos el pecho.
-Me voy a ir igual, puedo seguir poniendo el pecho desde Madrid ¿Querés que así sea nuestra despedida? ¿Enojados? ¿Diciendo cosas que no queremos?
-Por mi parte, no me molestaría que así fuera. El amigo que alguna vez fuiste, no se dónde quedó. Y no tengo intenciones de perder mi tiempo buscándolo. Y que te quede claro, yo sí soy un hombre de palabra, y de lo que digo, no me arrepiento. Suerte en tu huída, y hasta nunca.
-Lara, estuve pensando, quiero que nuestro hijo esté marcado por la valentía y los valores. Quiero que nuestro hijo se llame Andrés.
miércoles, 14 de abril de 2010
martes, 13 de abril de 2010
"Guaranteed" Eddie Vedder (banda de sonido "Into the Wild")
On bended knee is no way to be free
Lifting up an empty cup, I ask silently
All my destinations will accept the one that's me
So I can breathe...
Circles they grow and they swallow people whole
Half their lives they say goodnight to wives they'll never know
A mind full of questions, and a teacher in my soul
And so it goes...
Don't come closer or I'll have to go
Holding me like gravity are places that pull
If ever there was someone to keep me at home
It would be you...
Everyone I come across, in cages they bought
They think of me and my wandering, but I'm never what they thought
I've got my indignation, but I'm pure in all my thoughts
I'm alive...
Wind in my hair, I feel part of everywhere
Underneath my being is a road that disappeared
Late at night I hear the trees, they're singing with the dead
Overhead...
Leave it to me as I find a way to be
Consider me a satellite, forever orbiting
I knew all the rules, but the rules did not know me
Guaranteed
http://www.youtube.com/watch?v=O3SxCph5I1Q
Lifting up an empty cup, I ask silently
All my destinations will accept the one that's me
So I can breathe...
Circles they grow and they swallow people whole
Half their lives they say goodnight to wives they'll never know
A mind full of questions, and a teacher in my soul
And so it goes...
Don't come closer or I'll have to go
Holding me like gravity are places that pull
If ever there was someone to keep me at home
It would be you...
Everyone I come across, in cages they bought
They think of me and my wandering, but I'm never what they thought
I've got my indignation, but I'm pure in all my thoughts
I'm alive...
Wind in my hair, I feel part of everywhere
Underneath my being is a road that disappeared
Late at night I hear the trees, they're singing with the dead
Overhead...
Leave it to me as I find a way to be
Consider me a satellite, forever orbiting
I knew all the rules, but the rules did not know me
Guaranteed
http://www.youtube.com/watch?v=O3SxCph5I1Q
lunes, 12 de abril de 2010
Consigna del texto anterior
Escribir un texto incluyendo los materiales recolectados en clase.
Dicho texto deberá comenzar con el interrogante y terminar con el nombre propio.
-Mudar
-Visitar
-Llorar
-Sin prisas
-Inoportunamente
-Silenciosamente
-Perspicaz
-Ingenuo
-Dulce
-Maestro
-Alumno
-La joven
-José
-Andrés
-Lara
-¿Qué fue lo que entristeció tanto a Andrés en su inesperada visita?
Dicho texto deberá comenzar con el interrogante y terminar con el nombre propio.
-Mudar
-Visitar
-Llorar
-Sin prisas
-Inoportunamente
-Silenciosamente
-Perspicaz
-Ingenuo
-Dulce
-Maestro
-Alumno
-La joven
-José
-Andrés
-Lara
-¿Qué fue lo que entristeció tanto a Andrés en su inesperada visita?
viernes, 9 de abril de 2010
Aprendiendo las lecciones para ser
-¿Qué fue lo que entristeció tanto a Andrés en su inesperada visita? -preguntó con voz dulce la joven Lara, mientras el avión despegaba de Buenos Aires.
José parecía no tener respuestas, ni preguntas, o convicciones, nada… Todo se lo había llevado Andrés en esa última discusión. Lo recordó unos años antes, cuando lo conoció en una clase. Él, el Doctor José María Losada, estaba a cargo de Teoría General del Derecho, y Andrés parecía ser un estudiante más. Sin embargo, semana tras semana, fue notorio que congeniaban, las clases eran casi un diálogo eterno entre los dos, especialmente si salía a la luz algún que otro comentario del General, ¡qué orgullo apoyarlo ahora, en su jugada final! Había descubierto en ese alumno una persona perspicaz, inteligente, íntegro en pensamiento y en el fondo, muy parecida a él.
El tiempo pasaba, Andrés seguía avanzando en su carrera, pero siempre volvía a quien había sido su maestro, su guía. No sólo por cosas de la facultad, ya se había creado entre ellos un lazo. Era común verlos en el bar de ahí cerca, con el diario de por medio, hablando de la actualidad, de lo que pasó, pero nunca, imaginando lo que se venía. Y justamente, fue eso, lo que se vino, lo que los terminó de unir, y quizás también, lo que los separó.
Entrado 1977, cuando José salía de una clase se encontró con Andrés que lo esperaba sentado afuera. Había estado escuchando, recordando cuando el era su alumno, cuando se podía decir lo que decían los libros, no lo que Ellos querían que se dijera. Igualmente, los recuerdos no lo habían sacado de su estado, estaba alterado, no podía terminar una frase que empezaba otra, gritaba, de a ratos susurraba, pero nunca era claro.
- ¡Andrés, no te entiendo! -dijo sin paciencia José- ¿Qué te tiene así?
Y se encontró preguntando cosas de las cuales no quería saber la respuesta: Luján, la prima de Andrés, no aparecía por ningún lugar. No estaba en lo del novio, o en su casa, en la facultad ni en su parroquia. José sabía que podía haber pasado, pero le daba miedo decírselo. Con el carácter que tenía, era capaz de cualquier cosa. Sin embargo se vio entre la espada y la pared y tuvo que hacerlo.
-Quizás se la llevaron detenida, pero no lo busques en las comisarías, porque no va a estar precisamente ahí.
Por unos segundos se arrepintió de haberlo dicho, no sabía cómo callar a Andrés, cómo hacerlo parar de llorar, gritar, insultar, incluso hasta le pegó a una pared. Pero se lo ocurrió darle una solución a lo que le había dicho, ofrecerle la otra cara de la moneda y lo invitó a juntarse ese viernes a la noche con sus compañeros, los Montoneros.
Así empezó la vida de militancia de Andrés, de la mano de José. Una vez ahí, no se fue más. Defendía sus ideas a cualquier precio, y se sabía que era alto. Estaba presente en cada reunión, en cada ronda nocturna, recitando poemas, cantando hasta quedar sin voz, defendiendo a su patria.
Por todo esto, la visita inesperada y la última discusión en la que desembocó, fue así de dura, y los dejó así de distanciados. Andrés había entrado con la llave de emergencia que tenía de la casa de José, pero por desgracia, inoportunamente. Supo al instante que algo pasaba, había ropa y fotos arriba de la mesa, y una valija en el sillón. Silenciosamente se acercó a la habitación y lo vio, a él, su maestro yendo de la cama a la biblioteca, separando libros.
-¿Qué estás haciendo? –preguntó ingenuo como siempre.
-Me voy a mudar. Nos vamos a mudar, con Lar…
-¡Cobarde! ¿Ves que sos un cobarde? Vos no te vas a mudar, ¡te vas a escapar!
-Tranquilizate, ¿si? Acá yo ya no puedo estar. Lara está embarazada, y conseguimos un contacto en España que nos recibe. Desde allá voy a seguir trabajando por Argentina, por la justicia y por todos los compañeros que ya no están. Además Andrés, las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para vos.
-No me pidas que te crea, ya no. ¿Hablás de irte a visitar? ¿A vos, un traidor? Y pensar que te creí cuando citábamos a la par a Paco "Empuñé un arma porque busco la palabra justa”.
-Pero si defiendo cada una de esas palabras, Andrés, ¿Por qué ya no me crees?
-Porque no sos el maestro que conocí alguna vez. Espero que tu conciencia te deje caminar por las calles de España, sin prisas, mientras acá, algunos todavía ponemos el pecho.
-Me voy a ir igual, puedo seguir poniendo el pecho desde Madrid ¿Querés que así sea nuestra despedida? ¿Enojados? ¿Diciendo cosas que no queremos?
-Por mi parte, no me molestaría que así fuera. El amigo que alguna vez fuiste, no se dónde quedó. Y no tengo intenciones de perder mi tiempo buscándolo. Y que te quede claro, yo sí soy un hombre de palabra, y de lo que digo, no me arrepiento. Suerte en tu huída, y hasta nunca.
Otra vez, la dulce voz de Lara lo trajo a la realidad. Estaba hacía rato esperando una respuesta, pero José parecía en otro lugar.
-¿Me escuchaste? ¿Qué le pasaba a Andrés? Tenía los ojos llorosos cuando me saludó y me pareció oírlos discutir.
-¿Estaba llorando? No lo esperaba, ¡el muy cabrón se hizo el fuerte conmigo! Igual, quedate tranquila, no era nada. Seguro que… seguro que estaba emocionado, le dije que queríamos que sea el padrino del bebé.
-Por como te quiere, me imagino que aceptó. La verdad, sos afortunado, no todos tienen un amigo como él.
-Tenés razón. No cualquiera tiene la suerte de haber tenido un amigo como Andrés.
José parecía no tener respuestas, ni preguntas, o convicciones, nada… Todo se lo había llevado Andrés en esa última discusión. Lo recordó unos años antes, cuando lo conoció en una clase. Él, el Doctor José María Losada, estaba a cargo de Teoría General del Derecho, y Andrés parecía ser un estudiante más. Sin embargo, semana tras semana, fue notorio que congeniaban, las clases eran casi un diálogo eterno entre los dos, especialmente si salía a la luz algún que otro comentario del General, ¡qué orgullo apoyarlo ahora, en su jugada final! Había descubierto en ese alumno una persona perspicaz, inteligente, íntegro en pensamiento y en el fondo, muy parecida a él.
El tiempo pasaba, Andrés seguía avanzando en su carrera, pero siempre volvía a quien había sido su maestro, su guía. No sólo por cosas de la facultad, ya se había creado entre ellos un lazo. Era común verlos en el bar de ahí cerca, con el diario de por medio, hablando de la actualidad, de lo que pasó, pero nunca, imaginando lo que se venía. Y justamente, fue eso, lo que se vino, lo que los terminó de unir, y quizás también, lo que los separó.
Entrado 1977, cuando José salía de una clase se encontró con Andrés que lo esperaba sentado afuera. Había estado escuchando, recordando cuando el era su alumno, cuando se podía decir lo que decían los libros, no lo que Ellos querían que se dijera. Igualmente, los recuerdos no lo habían sacado de su estado, estaba alterado, no podía terminar una frase que empezaba otra, gritaba, de a ratos susurraba, pero nunca era claro.
- ¡Andrés, no te entiendo! -dijo sin paciencia José- ¿Qué te tiene así?
Y se encontró preguntando cosas de las cuales no quería saber la respuesta: Luján, la prima de Andrés, no aparecía por ningún lugar. No estaba en lo del novio, o en su casa, en la facultad ni en su parroquia. José sabía que podía haber pasado, pero le daba miedo decírselo. Con el carácter que tenía, era capaz de cualquier cosa. Sin embargo se vio entre la espada y la pared y tuvo que hacerlo.
-Quizás se la llevaron detenida, pero no lo busques en las comisarías, porque no va a estar precisamente ahí.
Por unos segundos se arrepintió de haberlo dicho, no sabía cómo callar a Andrés, cómo hacerlo parar de llorar, gritar, insultar, incluso hasta le pegó a una pared. Pero se lo ocurrió darle una solución a lo que le había dicho, ofrecerle la otra cara de la moneda y lo invitó a juntarse ese viernes a la noche con sus compañeros, los Montoneros.
Así empezó la vida de militancia de Andrés, de la mano de José. Una vez ahí, no se fue más. Defendía sus ideas a cualquier precio, y se sabía que era alto. Estaba presente en cada reunión, en cada ronda nocturna, recitando poemas, cantando hasta quedar sin voz, defendiendo a su patria.
Por todo esto, la visita inesperada y la última discusión en la que desembocó, fue así de dura, y los dejó así de distanciados. Andrés había entrado con la llave de emergencia que tenía de la casa de José, pero por desgracia, inoportunamente. Supo al instante que algo pasaba, había ropa y fotos arriba de la mesa, y una valija en el sillón. Silenciosamente se acercó a la habitación y lo vio, a él, su maestro yendo de la cama a la biblioteca, separando libros.
-¿Qué estás haciendo? –preguntó ingenuo como siempre.
-Me voy a mudar. Nos vamos a mudar, con Lar…
-¡Cobarde! ¿Ves que sos un cobarde? Vos no te vas a mudar, ¡te vas a escapar!
-Tranquilizate, ¿si? Acá yo ya no puedo estar. Lara está embarazada, y conseguimos un contacto en España que nos recibe. Desde allá voy a seguir trabajando por Argentina, por la justicia y por todos los compañeros que ya no están. Además Andrés, las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para vos.
-No me pidas que te crea, ya no. ¿Hablás de irte a visitar? ¿A vos, un traidor? Y pensar que te creí cuando citábamos a la par a Paco "Empuñé un arma porque busco la palabra justa”.
-Pero si defiendo cada una de esas palabras, Andrés, ¿Por qué ya no me crees?
-Porque no sos el maestro que conocí alguna vez. Espero que tu conciencia te deje caminar por las calles de España, sin prisas, mientras acá, algunos todavía ponemos el pecho.
-Me voy a ir igual, puedo seguir poniendo el pecho desde Madrid ¿Querés que así sea nuestra despedida? ¿Enojados? ¿Diciendo cosas que no queremos?
-Por mi parte, no me molestaría que así fuera. El amigo que alguna vez fuiste, no se dónde quedó. Y no tengo intenciones de perder mi tiempo buscándolo. Y que te quede claro, yo sí soy un hombre de palabra, y de lo que digo, no me arrepiento. Suerte en tu huída, y hasta nunca.
Otra vez, la dulce voz de Lara lo trajo a la realidad. Estaba hacía rato esperando una respuesta, pero José parecía en otro lugar.
-¿Me escuchaste? ¿Qué le pasaba a Andrés? Tenía los ojos llorosos cuando me saludó y me pareció oírlos discutir.
-¿Estaba llorando? No lo esperaba, ¡el muy cabrón se hizo el fuerte conmigo! Igual, quedate tranquila, no era nada. Seguro que… seguro que estaba emocionado, le dije que queríamos que sea el padrino del bebé.
-Por como te quiere, me imagino que aceptó. La verdad, sos afortunado, no todos tienen un amigo como él.
-Tenés razón. No cualquiera tiene la suerte de haber tenido un amigo como Andrés.
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