La uva y el vino (Eduardo Galeano)
Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela.
Antes de morir, le reveló su secreto: -La uva -le susurró- está hecha de vino.
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé: Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.

martes, 30 de noviembre de 2010

Día mundial de la lucha contra el SIDA.




"Pero hoy también es un día especial: en cada noticiero de TV, en cada emisión de radio, en cada diario vas a escuchar hablar sobre VIH/sida. Entonces hoy podría ser un buen día para que las cosas cambien.

Tal vez un día como hoy no tengamos que hablar más de VIH/sida. Tal vez un día como hoy no exista más un Día Mundial del Sida. Tal vez un día como hoy sea mejor que cualquier otro día."

Pedro Cahn
Presidente de Fundación Huésped
1/12/2009

(todavía no me llegó el nuevo comunicado)

lunes, 29 de noviembre de 2010

"La resaca de la colección" Notas Calvino.

Cuando era chica intenté coleccionar sobres de azúcar, de esos que dan en los bares. Mi mamá tenía pánico de que mi habitación se llenara de hormigas, así que opté por vaciarlos y pegar en hojas. Debo admitir que el sentimiento de coleccionista en sí, no duró mucho, pero, cada vez que voy a un bar, miro a ver si los que están los tengo o no. Y madre de vez en cuando se aparece con uno nuevo.

El ensayo de Calvino por momentos me parece de una fantasía inexplicable. Como ésos frasquitos de arena son tanto y tan poco a la vez, como ése recorrido por el mundo puede ser tan real mientras uno se encuentra quieto.

Me gustaría tener como en Harry Potter, frasquitos con recuerdos. Muchas veces tengo miedo de perderlos, se que los estoy perdiendo. Me voy olvidando de algunos sonidos, de su voz. Quiero tenerlo presente, quiero tenerlo conmigo, pero no puedo, no podemos. Y encima otra vez es diciembre…

Esta fijación que tienen los coleccionistas (quizás un poco envidiable) de querer adueñarse tanto de algo, de querer que sea suyo. En un frasquito guarda toda una playa, en un recorte toda una tarde.

No termino de entender lo que hacen. La paciencia de guardar granito por granito y saber que cada uno de ellos tiene una historia, que quizás algún día pierdan. Que se pueden mezclar, se pueden perder, se pueden romper. Y sin embargo en cada playa siguen agachándose a juntar un poquito más.

Siento que debería aplaudirlos, por no darse por vencidos, por llenar, muy despacio y con sacrificio esos lugares vacíos que tenemos adentro, y que algo tan simple como un recorte puede darle vida otra vez.

Porque los imagino ansiando cada viaje, cada objeto nuevo. Porque los envidio, su búsqueda nunca termina, no tiene límite, y sin embargo siguen. Porque comparten su magia con nosotros, los demás, corriendo el riesgo de que no los entendamos.
Este ensayo tiene un recorrido muy interno, muy personal, pero lo raro es que es de él, de Calvino y de cada uno de los que expuso en esa muestra.

Sé que esta nota no es como debe ser, sé que debería tener un tono ensayístico que todavía no desarrollé. Se que termina el año, sé que estamos en cuenta regresiva.

Y encima de todo, otra vez es cuatro, otra vez es diciembre.

“Esclavos del siglo XXI” Notas Swift

“Oíd Mortales, el grito sagrado:
¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”
(Himno Nacional Argentino)

Leer “la modesta proposición” de Jonathan Swift deja a cualquiera (o casi a cualquiera, más que nada a los que lo entiendan) con muchas cosas dando vueltas en la cabeza. La que particularmente más ruido hace en mi, es la idea de que haya gente que realmente lucra con el cuerpo y alma de los chicos. Y yo como ingenua que soy, me sorprendo ¿de qué?

Quizás, de que haya gente gritando en el medio de la plaza Miserere a los pibes en situación de calle que deberían encerrarlos, o matarlos en su defecto. O de las acusaciones en torno a bajar la edad de imputabilidad, si hay chicos de 14 años armados, es porque algo esta muy mal, no porque son grandes y responsables. Es un manotazo de ahogado.

Paradójicamente, estamos hablando de miles de personas, que son tantas pero tantas, que pasan desapercibidas y de las cuales nadie se hace cargo. J.S. intentó despertar un poco el imaginario social con su “modesta proposición”, y creo que un poco lo logró. Y fue investigando sobre su vida que hoy estoy acá.

"Aquí yace el cuerpo de Jonathan Swift, D., deán de esta catedral, en un lugar en que la ardiente indignación no puede ya lacerar su corazón. Ve, viajero, e intenta imitar a un hombre que fue un irreductible defensor de la libertad". (epitafio de Swift, escrito por él mismo)

Algunos datos a tener en cuenta:

-Libertad: “Estado o condición de quien no es esclavo”;

-En la Constitución Nacional Argentina sancionada en 1853 quedó abolida la
esclavitud;

-Trata de personas: “es el comercio de seres humanos captados por violencia, engaño o abuso de un estado de desamparo o miseria, con el propósito de reducir a esas personas a la servidumbre o esclavitud y obtener de ellos ganancias, ya sea explotándolos sexualmente en la prostitución ajena, en formas diversas de trabajo esclavo o para la extracción de órganos destinados a trasplantes”;

-El 90 por ciento de las personas víctimas de la trata son mujeres y niños;

-Cerca del 30 por ciento de las mujeres en situación de trata son menores de edad;

-En América Latina, 2 millones de niños y niñas y adolescentes de uno y otro sexo son víctimas de explotación sexual o laboral como la mendicidad;

-En Argentina, cerca de 450 mil mujeres y niñas padecen esta situación;

-La trata con fines de explotación, según las últimas cifras de la Organización Internacional de Migraciones, constituye el segundo delito más lucrativo y genera ingresos anuales por alrededor de 40 mil millones de dólares.

¡Ay Jonathan! Alguien leyó demasiado en serio tu ensayo. Alguien decidió que toda esa genta por la que nadie lucha, a la que nadie tiene en cuenta, debería ser utilizada para algo más que ocupar espacio, o consumir. Alguien creyó que podía ser dueño del cuerpo y del alma de las personas.

Y lamentablemente, creyó bien. Porque todos saben quiénes son, pero los que tienen que hacer algo, justo justo, se olvidan.

domingo, 28 de noviembre de 2010

“Ahh ¿vos también sos de por acá?”, TP teóricos. Segunda versión.

“Para nosotros,
para nuestra posteridad,
y para todos los hombres del mundo
que quieran habitar en el suelo argentino”

Preámbulo de la Constitución Nacional Argentina


A veces uno está teniendo un día común y corriente, uno de ésos en los que no reflexiona mucho, donde se limita a seguir con lo rutinariamente normal. Particularmente, sé que cuando subo por la escalera mecánica del subte, y veo enfrente mío las cabezas que avanzan, la luz de tubo, ese túnel que no hace más que llevarme a más personas, más calor, más amontonamiento, es mi momento alienado del día, lo definí así el año pasado y me pareció acertado, pero sólo a veces dejo que me afecte, otras lo naturalizo. Y no está mal, no es grave, no es pecado ni ilegal hacerlo.

Pero, a veces también, existen los despertadores, que nos sacuden, nos levantan de lo llano de nuestro día a día. Y en este caso mi despertador tiene nombre y apellido: Sylvia Iparraguirre. Era una noche normal, no tenía en mi cabeza otra cosa que no fuera Semiótica, pero ahí llegó ella, con “El dueño del fuego”. Y ahí salió mi tercermundista a querer dar cátedra (a mí en primer lugar) de algo que es tan de todos y tan de nadie.

Nosotros nos olvidamos, de nuestros indios, de nuestra gente. Los miramos como si fueran otros tan lejanos, jugamos a ser Geertz

¿Quién nos creemos que somos? El granero del mundo, el gerente de un banco, el dueño de un local, la estudiante de la UBA… ¿quiénes somos?
Cuando apartamos la mirada por el dolor, cuando no queremos ver a los chicos en situación de calle, cuando pensamos día y noche cómo hacer para darles algo, por chiquito que sea. Incluso ahí, nos olvidamos.

Cuando no escuchamos las voces de la tierra, de los ancestros, de nuestras raíces. Cuando los vemos que los despojan de lo poco que tienen y no se nos mueve un pelo. Nosotros todavía tenemos nuestra casa.

La constitución nos dice: “Art. 15.- En la Nación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen de que serán responsables los que lo celebrasen, y el escribano o funcionario que lo autorice. Y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República.” Y sabemos que miente. Como nos mienten siempre, cada cuatro años. ¿Y qué podemos hacer? Obvio que quedarnos sentados, es mucho más cómodo.
Juzgamos al otro, lo miramos mal, ese tarado tecnología-dependiente, o el que muere por ser del primer mundo, ése tan lindo y moderno. ¡Qué nabo que sos! ¿No aprendiste nada en estos 200 años?

Y a veces pienso, qué pasaría si nos bajamos un poco del pedestal (no quiero que se lea como que no me incluyo en lo que digo). Qué pasa si descubrimos que en realidad, todos somos Próspero, en cada uno de nosotros, cada vez que miramos al otro con una otredad casi desagradable. Jugamos a ser progre, pero nuestro imaginario se parece al aula de la doctora Dusseldorff.

El otro está tan lejos, sus problemas son tan suyos y tan poco míos, mejor, me limito a explotarlo un rato. Y ojito con intentar agarrar tu arco y tu flecha y mirarme desafiante.

Que somos argentinos, no nos olvidamos. De lo que sí, es de que ese indio también.

lunes, 22 de noviembre de 2010

"Ahh ¿vos también sos de por acá?" TP segundo cuatrimetres

Nosotros nos olvidamos, de nuestros indios, de nuestra gente. Los miramos como si fueran otros tan lejanos, jugamos a ser Geertz

¿Quién nos creemos que somos? El granero del mundo, el gerente de un banco, el dueño de un local, la estudiante de la UBA… ¿quiénes somos?

Cuando apartamos la mirada por el dolor, cuando no queremos ver a los chicos en situación de calle, cuando pensamos día y noche cómo hacer para darles algo, por chiquito que sea. Incluso ahí, nos olvidamos.

Cuando no escuchamos las voces de la tierra, de los ancestros, de nuestras raíces. Cuando los vemos que los despojan de lo poco que tienen y no se nos mueve un pelo. Nosotros todavía tenemos nuestra casa.

La constitución nos dice: “Art. 15.- En la Nación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen de que serán responsables los que lo celebrasen, y el escribano o funcionario que lo autorice. Y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República.” Y sabemos que miente. Como nos mienten siempre, cada cuatro años. ¿Y qué podemos hacer? Obvio que quedarnos sentados, es mucho más cómodo.

Juzgamos al otro, lo miramos mal, ese tarado tecnología-dependiente, o el que muere por ser del primer mundo, ese tan lindo y moderno. ¡Qué nabo que sos! ¿No aprendiste nada en estos 200 años?

Y a veces pienso, que pasaría si nos bajamos un poco del pedestal (no quiero que se lea como que no me incluyo en lo que digo). Qué pasa si descubrimos que en realidad, todos somos Próspero, en cada uno de nosotros, cada vez que miramos al otro con una otredad casi desagradable. Jugamos a ser progre, pero nuestro imaginario se parece al aula de la doctora Dusseldorff.

El otro está tan lejos, sus problemas son tan suyos y tan poco míos, mejor, me limito a explotarlo un rato. Y ojito con intentar agarrar tu arco y tu flecha y mirarme desafiante.

Que somos argentinos, no nos olvidamos. De lo que sí, es de que ese indio también.

martes, 9 de noviembre de 2010

"Torturas.com" Ensayo final, cuarta versión

Quizás sea prudente partir de la base de que amo la fotografía. Está en mi genética, desde el lado materno e incluso el paterno. Suelo frenar mi aceleración personal, para acomodarme, tirarme al piso, ponerme de cabeza, cambiar de ángulo, sólo para poder captar la esencia de algo. No me considero una fotógrafa profesional ni mucho menos, simplemente para mi va más allá que apretar el disparador en cualquier modo de la cámara digital. Hay que tener en cuenta si sería prudente usar flash, o no, macro, cambiar la sensibilidad, cuánto zoom es necesario, hay que saber mirar, buscar los detalles que embellecen la cotidianeidad y eternizarlos en papel, dejarnos llevar, jugar con la cámara y sentir la magia que puede transmitir un clic.

Es por eso que siento que sacar fotos perdió un poco su esencia, o su meta principal, y si bien podría hablar de cómo ahora las fotos inundan cualquier red social, donde nuestra vida queda más que expuesta, el tema que me trae hoy acá es otro, pero que en algún punto se toca con lo anteriormente mencionado.

Es necesario para seguir que retroceda un poco en el tiempo: Corría el año 2003 cuando EEUU decide poner el pecho ante una situación inadmisible. Parece que los villanos que habían derribado el WTC tenían en su poder armas de destrucción masiva. Y ahí fueron los Marines no sólo a defender a su país, al pueblo estadounidense, incluso al mundo entero sino que también fueron a enseñarle a los pobres orientales una palabra que desconocían: Democracia.

Ya contextualizados puedo avanzar con lo que me interesa. Un año después de la invasión a Irak un grupo de soldados mientras custodiaba el turno noche en la prisión Abu Ghraib, decidió divertirse un rato, y como parece que en el desierto no hay cartas, dados o revistas, no tuvieron mejor idea que fotografiarse tanto a ellos, como a los prisioneros en situaciones intolerables para (lo que suponía) la mayoría de los seres humanos. Y así la noche pasó.

“Así, pues, ¿la cuestión central no son las propias fotografías sino la revelación de lo ocurrido a los "sospechosos" arrestados por Estados Unidos? No: el horror mostrado en las fotografías no puede aislarse del horror del acto de fotografiar, mientras los perpetradores posan, recreándose, junto a sus cautivos indefensos. Los soldados alemanes en la Segunda Guerra Mundial fotografiaron las atrocidades cometidas en Polonia y Rusia, pero las instantáneas en que los verdugos se colocan junto a las víctimas son muy infrecuentes”

Yo no quiero horrorizar, no quiero que dejen de leerme o que salteen párrafos, sólo quiero que cuando mencione las fotos de Abu Ghraib, todos masomenos tengamos una idea similar.

Existe la idea de que las mujeres somos más débiles que los hombres, que somos más impresionables, que somos más miedosas… Por lo tanto asumo que si ustedes tuvieran que imaginarse el pasillo gris de una cárcel, donde aproximadamente siete personas desnudas están apiladas entre sí, con capuchas en la cabeza, el inconsciente colectivo nos haría pensar que quien pudiera estar parado detrás de la pirámide humana, sonriendo, sería un soldado, y uno bien macho. Pero no, una joven rubia, de ojos muy claros, con guantes verdes descartables y uniforme nos sonríe asumo que orgullosa de lo que tiene frente a ella. Y qué hay de la imagen donde junto a un cuerpo ya sin vida, guardado en una bolsa la cual está abierta a la altura de la cabeza, hay otra joven rubia, quizás es la misma, no lo sé, mostrando una amplia y hermosa sonrisa y su mano envuelta en guantes de latex posan con los pulgares arriba. Me imagino la chimenea de una casa, fotos de Navidades pasadas, del baile de graduación, del primer verano en la playa ¿Pondrían los padres de estas chicas las fotos en su living también?

“Vivir "es ser fotografiado", poseer el registro de la propia vida, y, por lo tanto, seguir viviendo, sin reparar, o aseverando que no se repara, en las continuas cortesías de la cámara; o detenerse y posar. Actuar es participar en la comunidad de las acciones registradas como imágenes. La expresión de complacencia ante las torturas infligidas a víctimas indefensas, atadas y desnudas, es sólo parte de la historia. Hay una complacencia primordial en ser fotografiado, a lo cual no se tiende a reaccionar hoy día con una mirada fija, directa y austera (como antaño), sino con regocijo. Los hechos están en parte concebidos para ser fotografiados. La sonrisa es una sonrisa dedicada a la cámara. Algo faltaría si, tras apilar a hombres desnudos, no se les pudiera hacer una foto.”

¿Podría mi cámara, la misma con la que grabo cielos y miradas ser responsable de esto? ¿Cuándo la fotografía se convirtió en picana? ¿Cómo pudieron hacerle esto al arte?

Muchas preguntas me surgen, y me imagino que ustedes podrán tener una para mi ¿Por qué te quejás de estas fotos y no de las periodísticas donde también se muestran muchas veces imágenes dolorosas? Creo que puedo responder en varios puntos esa pregunta:

1- Por un lado, por el contexto en que las fotos son tomadas, ya que en el caso de las fotografías periodísticas se trata del trabajo de alguien que viaja para traer esas imágenes particulares. Pero eso no determina que esté de acuerdo con lo que le toca retratar, o que le cause placer. Es una obligación, le pagan por eso.

2- Todavía no tuve la (mala) suerte de ver a alguien como Steve McCurry sonriendo y con los pulgares arriba junto a cualquiera de las personas en situaciones dolorosas que le tocó fotografiar en su carrera.

3- Lo fotógrafos periodísticos no crean escenarios, se apropian de ellos y trabajan con lo que ven. No torturarían gente sólo por una buena toma.

4- Las fotos de Abu Ghraib se dieron a conocer cuando los soldados estaodunidenses las enviaron por mail a sus familiares y de esta manera se filtraron en la web, mientras que en el otro caso, se trata de una difusión “controlada”, en un contexto dado, con características específicas.

De estos puntos que menciono, hay uno que resuena en mi cabeza. Si las imágenes están en Internet, están al alcance de todos, a sólo un click de distancia. Entonces ¿Qué causará en cada uno de los internautas traer hasta el medio de su habitación o living estas imágenes? Me imagino que a unos cuantos como a mi, les habrá causado repulsión, dolor, tristeza, a otros quizás orgullo, ya que sienten que alguien está haciendo justicia (si pudiera llamarse así). También podrían considerarse una enseñanza de lo que no se debe hacer, aunque, qué no se debe hacer ¿torturar a las personas o meterse con los yankees? Y por ultimo pienso en aquellos a quienes quizás no les causo nada, o quizás solo un poco de impresión, ya que sólo es otra muestra de brutalidad en Internet, nada más.

Creo que es un buen momento para que empecemos a reflexionar sobre algunas cosas, qué vemos en online, por qué lo vemos ¿Dónde están los límites? ¿Quién los pone? ¿Quién es juez? La gran mayoría de las personas tienen en su poder un arma y quizás no lo saben, porque no es necesario un permiso de portación: que levante la mano quien no tenga una cámara de fotos.

lunes, 8 de noviembre de 2010

"Torturas.com" Ensayo final, tercera versión.

Quizás sea prudente partir de la base de que amo la fotografía. Está en mi genética, desde el lado materno e incluso el paterno. Suelo frenar mi aceleración personal, para acomodarme, tirarme al piso, ponerme de cabeza, cambiar de ángulo, sólo para poder captar la esencia de algo. No me considero una fotógrafa profesional ni mucho menos, simplemente para mi va más allá que apretar el disparador en cualquier modo de la cámara digital. Hay que tener en cuenta si sería prudente usar flash, o no, macro, cambiar la sensibilidad, cuánto zoom es necesario, hay que saber mirar, buscar los detalles que embellecen la cotidianeidad y eternizarlos en papel, dejarnos llevar, jugar con la cámara y sentir la magia que puede transmitir un clic.

Es por eso que siento que sacar fotos perdió un poco su esencia, o su meta principal, ahora es más bien, sacarse una foto atrás de otra, siendo casi iguales, pero en una no estás sacando la lengua y en la otra sí. Creo también que el combo de las infinitas fotos, viene de la mano con otra cosa: la necesidad de publicar nuestra vida en Internet. En cualquier red social, de todos los tamaños o colores. Tiene que quedar registrado en los ojos de todos, primero que nada, que posees una cámara digital, segundo que estás conectado con el mundo, y tercero, que quede asentado qué cosas hiciste y cuáles no. Ni hablar de la satisfactoria sensación de incluso llegar a ser envidiado por otro debido a lo mostrado en tu perfil. En esos términos, podría llegar a creer que el alma va desapareciendo con cada flash.

Este cúmulo de ideas dio muchas vueltas por mi cabeza, intentando ordenarse, pero creo que mezcladas es cuando mejor se entienden: tengo por un lado el abuso de la fotografía y por el otro su difusión mediática, lo cual, si esto fuera matemática, me daría como resultado las fotografías tomadas por soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, Irak.

Luego de la invasión en el año 2003, la mencionada prisión pasó de estar bajo el mando de Saddam al de Estados Unidos. Y fue en el contexto de esa guerra en el que surgió la necesidad de crear la Comisión de Investigación sobre los abusos en Abu Ghraib en mayo de 2004 encabezada por el secretario de defensa Donald Rumsfeld y fue presidida por James Schlesinger, a su vez ex secretario de defensa.

Esta comisión se encargó de investigar las impactantes fotografías sacadas por un grupo de soldados que mientras custodiaba el turno noche en la prisión, decidieron divertirse un rato, y como parece que en el desierto no hay cartas, dados o revistas, no tuvieron mejor idea que fotografiarse tanto a ellos, como a los prisioneros en situaciones intolerables para (lo que suponía) la mayoría de los seres humanos. Y así la noche pasó, flash va, flash viene mientras torturaban gente, o veían cómo perros a los presos, o incluso junto a cadáveres.

La situación se les fué de las manos (como si eso no hubiera pasado ya) cuando las fotos las enviaron por correo electrónico a sus familias y de esta manera, circulando por la red, se hicieron públicas y menos mal, controversiales también.
Es en repudio a estos hechos que Susan Sontag escribe un artículo titulado “Fotografía y sociedad, Imágenes torturadas” sobre el cual voy a basarme para llevar adelante la escritura de este ensayo.

La autora estadounidense, nacida en New York en 1933 y fallecida poco tiempo después de escribir el artículo ya mencionado, fue siempre firme a sus convicciones, no se calló nada ni temió a nadie, y si bien por sus declaraciones empezó a recibir serias amenazas, a Sontag no le preocupó lo que podía sucederle. Lo único que la desvelaba eran los cambios que se estaban produciendo en su país.

“Así, pues, ¿la cuestión central no son las propias fotografías sino la revelación de lo ocurrido a los "sospechosos" arrestados por Estados Unidos? No: el horror mostrado en las fotografías no puede aislarse del horror del acto de fotografiar, mientras los perpetradores posan, recreándose, junto a sus cautivos indefensos. Los soldados alemanes en la Segunda Guerra Mundial fotografiaron las atrocidades cometidas en Polonia y Rusia, pero las instantáneas en que los verdugos se colocan junto a las víctimas son muy infrecuentes”

Creo que la principal diferencia entre los dos tipos de fotografías mencionadas por Sontag es la existencia de Internet. Claramente, en todas las guerras existieron los determinados “trofeos”, pero quedaban guardados en “libros negros”, en cambio ahora, la necesidad de exponernos y “comunicar” (si fuera eso lo que hacemos) terminó dejando al descubierto las atrocidades de los soldados.

Esto se traslada directamente a cualquier ser humano con cuenta en Facebook, MySpace, Fotolog o alguna de las tantas otras. Mi mamá intenta explicarle a mi hermana de quince años que a ella le da miedo que publique su vida en Internet, siente que corre muchos riesgos. Pero es la maldita necesidad de estar contando siempre lo que hacemos, esa adicción a estar conectados a vaya uno a saber qué, a sentir que si no lo ven todos, quizás incluso no sucedió. Debemos tener un registro fotográfico de cada uno de nuestros días, por si mañana llegáramos a olvidarnos de algo, o por si alguien no nos vio con el nuevo par de zapatos que nos compramos. Es curioso, incluso en los noticieros hoy día, entre muertes y deportes, en el segmento de tecnología uno puede leer que distintas organizaciones intentan generar conciencia de la exposición que se vive internet, ya que a veces estamos equivocados cuando creemos que las cosas publicadas solo las ven “nuestros amigos”.

“Vivir "es ser fotografiado", poseer el registro de la propia vida, y, por lo tanto, seguir viviendo, sin reparar, o aseverando que no se repara, en las continuas cortesías de la cámara; o detenerse y posar. Actuar es participar en la comunidad de las acciones registradas como imágenes. La expresión de complacencia ante las torturas infligidas a víctimas indefensas, atadas y desnudas, es sólo parte de la historia. Hay una complacencia primordial en ser fotografiado, a lo cual no se tiende a reaccionar hoy día con una mirada fija, directa y austera (como antaño), sino con regocijo. Los hechos están en parte concebidos para ser fotografiados. La sonrisa es una sonrisa dedicada a la cámara. Algo faltaría si, tras apilar a hombres desnudos, no se les pudiera hacer una foto.”


Creo que el ejemplo retratado por Sontag en su artículo es más que claro: La privacidad corre peligro e incluso las cosas que más querríamos ocultar terminan saliendo a la luz. Todavía nos cuesta acostumbrarnos a la necesidad de mostrar a todos las fotos de unas vacaciones, de un cumpleaños, aniversario, pero lo que no comprendo es la necesidad de los soldados de mostrarse (y peor aún, orgulloso) junto a otros seres humanos, iguales a ellos, a mi, a ustedes, ejerciéndoles una violencia sin límite. No entiendo cómo en ese primer mundo en el cual se jactan de ser los mejores en materia económica, en tecnología, puedan carecer de tantos valores y no dudar en demostrarlo.

Y me decepciono y me duele cuando pienso que eso que me genera tanto placer y tanta felicidad pueda estar tan corrido de su eje. El alma, la esencia está perdida, las miradas apagadas o incluso encapuchadas. No puedo concebir que se haya utilizado una cámara como método de tortura, no quiero poder hacerlo. Igual, creo que lo que más me asusta es que dentro de la escala de valores, sea correcto hacer lo que hacen, si total la Doctrina de Seguridad Nacional lo avala, significa que para el Tío Sam está bien.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Proceso de Escritura

El ensayo me tomó mucho más por sorpresa que lo que fue el proyecto narrativo. Durante todo el primer cuatrimestre estuve concentrada en encontrar un tema, un modo de escribir, en ver qué quería contar y cómo. Cosa que no me sucedió durante el segundo.

Debo admitir que fue un cuatrimestre bastante fuera de lo común, la toma, mi viaje a Disney, algunos temitas personales… Creo que estuve un poco desconectada de muchas cosas, el mejor (y peor a la vez) ejemplo que tengo de todo esto es haber perdido mi parcial de Taller. Es el día de hoy que lo sigo buscando, y sigo sin encontrarlo. A veces siento que la que está hoy, no soy yo del todo.

Y fue así, en este clima raro que me encontré frente al ensayo sin saber qué hacer con él, o peor aún, sin saber qué era. Las notas sobre los ensayos me costaron mucho, y eso me hizo temerle un poco a mi futuro proyecto.

Detalle no menor: Mi compu se rompió y andar dependiendo de cuándo mi hermano no usa la suya me limita bastante. Creo que todo esto puede servir como introducción para leer “Torturas.com”. Pero no se pongan ansiosos, todavía hay más…

Claramente, necesitaba un tema, y como nos propuso Claudia, empecé a buscar en mis notas anteriores, en las cuales había aparecido un par de veces el comentario “germen de ensayo” y me topé con “Photoholic”, término que quizás inventé para intentar conceptualizar el abuso de las fotografías.

No voy a mentir, intenté hacer un plan de escritura, el cual creo que a veces seguí y otras no, porque mientras más escribía, sentía que el tema más se abría. Mi musa vendría desde el lado del ensayo de María Negroni. Por ese recorrido tan personal y a la vez distante que sentí al leerla, hablando del algo tan suyo donde a veces te dejaba entrar en su espíritu, y en otras marcaba un poco más una distancia, creo yo para que su trabajo no perdiera su verosimilitud (libre interpretación, claramente)
Me considero un “sujeto” con legitimidad para tomar la palabra, es por esto que empiezo por lo que es la fotografía para mí. Quiero que quede claro el respeto, el amor que le tengo, y que cuando hablo de ella, lo hago desde un lugar particular, no como si fue un tema “x” que se me planteó analizar, sino desde una verdadera preocupación que me nace. Aquí llega la “controversia”, en esa preocupación que tiene sus fuertes, por un lado en el uso incorrecto (a mi criterio) de la fotografía, o mejor dicho, su abuso, el cual está directamente conectado con la exposición personal de cada uno en internet por medio de las fotos publicadas en las redes sociales.

Y ahí llega Sontag, a quien descubrí y leí en Semiología, texto que me cautivó desde un primer momento, que me pareció tan cierto que a veces sonreía mientras asentía con la cabeza y otras me revolvía el estomago ¿Qué mejor ejemplo del abuso de la fotografía y de su exposición en Internet que el caso Abu Ghraib?

Creo que parte de la legitimidad que reciba como “sujeto” parte del estudio que haya hecho del tema, más allá de que me guste o no la fotografía, debía encontrar alguien (y qué alguien) que respaldara mi “discurso”.

Creo que donde más me perdí, fue en el “auditorio” y en la “finalidad” al cual intenté referirme: De a ratos sentía que debía hablarle a todos aquellos que usan indiscriminadamente Internet, a modo de advertirles de los riesgos que pueden llegar a correr, por otros sentía que era hora de hablar con los padres de tantos chicos que se pasan horas y horas frente a la compu sin prestarles atención, pero creo que lo que más me costaba era tratar de entender yo para poder hacer entender a los demás, que el arte y el amor que tengo por la fotografía, podían causar repugnancia, como me pasó cuando me encontré con los soldados en Irak.

Creo que mi ensayo es una búsqueda desesperada de generar conciencia en varios aspectos, porque cuando miro la tele, leo distintas cosas en la Internet y observo a la gente todos los días, y siento que muchas cosas se nos están yendo de las manos, y quiero creer que no estoy dormida y que quizás, puedo despertar a algunos más.


Les dejo el link del artículo de Sontag para los que no lo conocen: http://www.robertexto.com/archivo1/torturas_sontag.htm
La verdad es que pensé en poner algunas de las fotos de Abu Ghraib, pero no puedo... Es más fuerte que yo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

"Torturas.com" Ensayo Final, segunda versión

Quizás sea prudente partir de la base de que amo la fotografía. Está en mi genética, desde el lado materno e incluso el paterno. Suelo frenar mi aceleración personal, para acomodarme, tirarme al piso, ponerme de cabeza, cambiar de ángulo, sólo para poder captar la esencia de algo. No me considero una fotógrafa profesional ni mucho menos, simplemente para mi va más allá que apretar el disparador en cualquier modo de la cámara digital. Hay que tener en cuenta si sería prudente usar flash, o no, macro, cambiar la sensibilidad, cuánto zoom es necesario…

Es por eso que siento que sacar fotos perdió un poco su esencia, o su meta principal, ahora es más bien, sacarse una foto atrás de otra, siendo casi iguales, pero en una no estás sacando la lengua y en la otra sí. Igualmente, creo que el combo de la masividad de las fotos, viene aparejado con otra cosa: la necesidad de publicar nuestra vida en Internet. En cualquier red social, de todos los tamaños o colores. Tiene que quedar registrado en los ojos de todos, primero que nada, que posees una cámara digital, segundo que estás conectado con el mundo, y tercero, que quede asentado qué cosas hiciste y cuáles no. Ni hablar de la satisfactoria sensación de incluso llegar a ser envidiado por otro debido a lo mostrado en tu perfil.

Teniendo en cuenta estos disparadores, la fotografía por un lado y su difusión mediática por el otro, es que quiero mencionar uno de los temas de mayor controversia con respecto a esta enferma necesidad de exponernos: las fotografías tomadas por soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, Irak.

Luego de la invasión en el año 2003, la mencionada prisión pasó de estar bajo el mando de Saddam al de Estados Unidos. Y fue en el contexto de esa guerra en el que surgió la necesidad de crear la Comisión de Investigación sobre los abusos en Abu Ghraib en mayo de 2004 encabezada por el secretario de defensa Donald Rumsfeld y fue presidida por James Schlesinger, a su vez ex secretario de defensa.

Esta comisión se encargó de investigar las impactantes fotografías sacadas por un grupo de soldados que mientras custodiaba el turno noche en la prisión, decidieron divertirse un rato, y como parece que en el desierto no hay cartas, dados o revistas, no tuvieron mejor idea que fotografiarse tanto a ellos, como a los prisioneros en situaciones intolerables para (lo que suponía) la mayoría de los seres humanos. Y así la noche pasó, flash va, flash viene mientras torturaban gente, o veían cómo perros a los presos, o incluso junto a cadáveres.

La situación se les fué de las manos (como si eso no hubiera pasado ya) cuando las fotos las enviaron por correo electrónico a sus familias y de esta manera, circulando por la red, se hicieron públicas y menos mal, controversiales también.
Es en repudio a estos hechos que Susan Sontag escribe un artículo titulado “Fotografía y sociedad, Imágenes torturadas” sobre el cual voy a basarme para llevar adelante la escritura de este ensayo.

La autora estadounidense, nacida en New York en 1933 y fallecida poco tiempo después de escribir el artículo ya mencionado, fue siempre firme a sus convicciones, no se calló nada ni temió a nadie, y si bien por sus declaraciones empezó a recibir serias amenazas, a Sontag no le preocupó lo que podía sucederle. Lo único que la desvelaba eran los cambios que se estaban produciendo en su país.

“Así, pues, ¿la cuestión central no son las propias fotografías sino la revelación de lo ocurrido a los "sospechosos" arrestados por Estados Unidos? No: el horror mostrado en las fotografías no puede aislarse del horror del acto de fotografiar, mientras los perpetradores posan, recreándose, junto a sus cautivos indefensos. Los soldados alemanes en la Segunda Guerra Mundial fotografiaron las atrocidades cometidas en Polonia y Rusia, pero las instantáneas en que los verdugos se colocan junto a las víctimas son muy infrecuentes”

Creo que la principal diferencia entre los dos tipos de fotografías mencionadas por Sontag es la existencia de Internet. Claramente, en todas las guerras existieron los determinados “trofeos”, pero quedaban guardados en “libros negros”, en cambio ahora, la necesidad de exponernos y “comunicar” (si fuera eso lo que hacemos) terminó dejando al descubierto las atrocidades de los soldados.

Esto se traslada directamente a cualquier ser humano con cuenta en Facebook, MySpace, Fotolog o alguna de las tantas otras. Mi mamá intenta explicarle a mi hermana de quince años que a ella le da miedo que publique su vida en Internet, siente que corre muchos riesgos. Pero es la maldita necesidad de estar contando siempre lo que hacemos, esa adicción a estar conectados a vaya uno a saber qué, a sentir que si no lo ven todos, quizás incluso no sucedió. Debemos tener un registro fotográfico de cada uno de nuestros días, por si mañana llegáramos a olvidarnos de algo, o por si alguien no nos vio con el nuevo par de zapatos que nos compramos. Es curioso, incluso en los noticieros hoy día, entre muertes y deportes, en el segmento de tecnología uno puede leer que distintas organizaciones intentan generar conciencia de la exposición que se vive internet, ya que a veces estamos equivocados cuando creemos que las cosas publicadas solo las ven “nuestros amigos”

“Vivir "es ser fotografiado", poseer el registro de la propia vida, y, por lo tanto, seguir viviendo, sin reparar, o aseverando que no se repara, en las continuas cortesías de la cámara; o detenerse y posar. Actuar es participar en la comunidad de las acciones registradas como imágenes. La expresión de complacencia ante las torturas infligidas a víctimas indefensas, atadas y desnudas, es sólo parte de la historia. Hay una complacencia primordial en ser fotografiado, a lo cual no se tiende a reaccionar hoy día con una mirada fija, directa y austera (como antaño), sino con regocijo. Los hechos están en parte concebidos para ser fotografiados. La sonrisa es una sonrisa dedicada a la cámara. Algo faltaría si, tras apilar a hombres desnudos, no se les pudiera hacer una foto.”

Creo que el ejemplo retratado por Sontag en su artículo es más que claro: La privacidad corre peligro e incluso las cosas que más querríamos ocultar terminan saliendo a la luz. Todavía nos cuesta acostumbrarnos a la necesidad de mostrar a todos las fotos de unas vacaciones, de un cumpleaños, aniversario, pero lo que no comprendo es la necesidad de los soldados de mostrarse (y peor aún, orgulloso) junto a otros seres humanos, iguales a ellos, a mi, a ustedes, ejerciéndoles una violencia sin límite. No entiendo cómo en ese primer mundo en el cual se jactan de ser los mejores en materia económica, en tecnología, puedan carecer de tantos valores y no dudar en demostrarlo.

Igual, lo que más me asusta es que dentro de su escala de valores, sea correcto hacer lo que hacen, si total la Doctrina de Seguridad Nacional lo avala, significa que para el Tío Sam está bien.

lunes, 1 de noviembre de 2010

"Torturas.com" Ensayo final, primera versión.

Quizás sea prudente partir de la base de que amo la fotografía. Está en mi genética, desde el lado materno e incluso el paterno. Suelo frenar mi aceleración personal, para acomodarme, tirarme al piso, ponerme de cabeza, cambiar de ángulo, sólo para poder captar la esencia de algo. No me considero una fotógrafa profesional ni mucho menos, simplemente para mi va mas allá que apretar el disparador en cualquier modo de la cámara digital. Hay que tener en cuenta si sería prudente usar flash, o no, macro, cambiar la sensibilidad, cuánto zoom es necesario…

Sacar fotos perdió un poco su esencia, o su meta principal, ahora es más bien, sacarse una foto atrás de otra, siendo casi iguales, pero en una no estás sacando la lengua y en la otra sí. Pero mas allá de disparar muchas veces, creo que el problema viene por otro lado: Por la necesidad de publicar nuestra vida en internet. En cualquier red social, de todos los tamaños o colores.

Uno de los temas de mayor controversia con respecto a esta enferma necesidad de mostrarnos ante todos, fueron las fotografías tomadas por soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, Irak. Luego de la invasión en el año 2003, la mencionada prisión paso a estar bajo el mando de Estados Unidos, y fue en ese contexto en el que se creó la Comisión de Investigación sobre los abusos en Abu Ghraib en mayo de 2004 por el secretario de defensa Donald Rumsfeld y fue presidida por James Schlesinger, a su vez ex secretario de defensa.

Las fotografías eran mucho más de lo que todos podíamos soportar. Un grupo de soldados que custodiaban el turno noche decidieron divertirse un rato, y como parece que en el desierto no hay cartas, dados o revistas, no tuvieron mejor idea que fotografiarse no solo torturando prisioneros, sino incluso, junto a cadáveres.
Es en repudio a esta situación que Susan Sontag escribe un artículo titulado “Fotografía y sociedad, Imágenes torturadas” sobre el cual voy a basarme para llevar adelante la escritura de este ensayo.

La autora nació en New York en 1933 y falleció poco tiempo después de escribir el artículo ya mencionado. Siempre firme a sus convicciones, no se callaba nada ni temía a nadie, y si bien por sus declaraciones empezó a recibir serias amenazas, a Sontag no le preocupaba lo que podía sucederle. Lo único que la desvelaba eran los cambios que se estaban produciendo en su país.

“Así, pues, ¿la cuestión central no son las propias fotografías sino la revelación de lo ocurrido a los "sospechosos" arrestados por Estados Unidos? No: el horror mostrado en las fotografías no puede aislarse del horror del acto de fotografiar, mientras los perpetradores posan, recreándose, junto a sus cautivos indefensos. Los soldados alemanes en la Segunda Guerra Mundial fotografiaron las atrocidades cometidas en Polonia y Rusia, pero las instantáneas en que los verdugos se colocan junto a las víctimas son muy infrecuentes”

Creo que la principal diferencia entre los dos tipos de fotografías mencionadas por Sontag es la existencia de Internet. Claramente, en todas las guerras existieron los determinados “trofeos”, pero quedaban guardados en “libros negros”, en cambio ahora, la necesidad de exponernos y “comunicar” (si fuera eso lo que hacemos) terminó dejando al descubierto las atrocidades de los soldados.

Y en menor medida esto se traslada a cualquier ser humano con cuenta en Facebook, MySpace, Fotolog o cualquiera de las tantas otras. Mi mamá intenta explicarle a mi hermana de quince años que a ella le da miedo que publique su vida en internet, siente que corre muchos riesgos. Pero es la maldita necesidad de estar contando siempre lo que hacemos, esa adicción a estar conectados a vaya uno a saber qué, a sentir que si no lo ven todos, quizás incluso no sucedió. Debemos tener un registro fotográfico de cada uno de nuestros días, por si mañana llegáramos a olvidarnos de algo, o por si alguien no nos vio con el nuevo par de zapatos que nos compramos.

“Vivir "es ser fotografiado", poseer el registro de la propia vida, y, por lo tanto, seguir viviendo, sin reparar, o aseverando que no se repara, en las continuas cortesías de la cámara; o detenerse y posar. Actuar es participar en la comunidad de las acciones registradas como imágenes. La expresión de complacencia ante las torturas infligidas a víctimas indefensas, atadas y desnudas, es sólo parte de la historia. Hay una complacencia primordial en ser fotografiado, a lo cual no se tiende a reaccionar hoy día con una mirada fija, directa y austera (como antaño), sino con regocijo. Los hechos están en parte concebidos para ser fotografiados. La sonrisa es una sonrisa dedicada a la cámara. Algo faltaría si, tras apilar a hombres desnudos, no se les pudiera hacer una foto.”

No dudo de la necesidad de mostrar a todos las fotos de unas vacaciones, de un cumpleaños, aniversario, pero aun no comprendo la necesidad de mostrarse (y peor aún, orgulloso) junto a otros seres humanos, iguales a ellos, a mi, a ustedes, ejerciéndoles una violencia sin límite. No entiendo cómo en ese primer mundo en el cual se jactan de ser los mejores en materia económica, en tecnología, pueda carecer de tantos valores y no dudar en demostrarlo. Igual, lo que más me asusta es que dentro de su escala de valores, sea correcto hacer lo que hacen, si total la Doctrina de Seguridad Nacional lo avala, significa que para el Tío Sam está bien.