Quizás sea prudente partir de la base de que amo la fotografía. Está en mi genética, desde el lado materno e incluso el paterno. Suelo frenar mi aceleración personal, para acomodarme, tirarme al piso, ponerme de cabeza, cambiar de ángulo, sólo para poder captar la esencia de algo. No me considero una fotógrafa profesional ni mucho menos, simplemente para mi va más allá que apretar el disparador en cualquier modo de la cámara digital. Hay que tener en cuenta si sería prudente usar flash, o no, macro, cambiar la sensibilidad, cuánto zoom es necesario, hay que saber mirar, buscar los detalles que embellecen la cotidianeidad y eternizarlos en papel, dejarnos llevar, jugar con la cámara y sentir la magia que puede transmitir un clic.
Es por eso que siento que sacar fotos perdió un poco su esencia, o su meta principal, ahora es más bien, sacarse una foto atrás de otra, siendo casi iguales, pero en una no estás sacando la lengua y en la otra sí. Creo también que el combo de las infinitas fotos, viene de la mano con otra cosa: la necesidad de publicar nuestra vida en Internet. En cualquier red social, de todos los tamaños o colores. Tiene que quedar registrado en los ojos de todos, primero que nada, que posees una cámara digital, segundo que estás conectado con el mundo, y tercero, que quede asentado qué cosas hiciste y cuáles no. Ni hablar de la satisfactoria sensación de incluso llegar a ser envidiado por otro debido a lo mostrado en tu perfil. En esos términos, podría llegar a creer que el alma va desapareciendo con cada flash.
Este cúmulo de ideas dio muchas vueltas por mi cabeza, intentando ordenarse, pero creo que mezcladas es cuando mejor se entienden: tengo por un lado el abuso de la fotografía y por el otro su difusión mediática, lo cual, si esto fuera matemática, me daría como resultado las fotografías tomadas por soldados estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, Irak.
Luego de la invasión en el año 2003, la mencionada prisión pasó de estar bajo el mando de Saddam al de Estados Unidos. Y fue en el contexto de esa guerra en el que surgió la necesidad de crear la Comisión de Investigación sobre los abusos en Abu Ghraib en mayo de 2004 encabezada por el secretario de defensa Donald Rumsfeld y fue presidida por James Schlesinger, a su vez ex secretario de defensa.
Esta comisión se encargó de investigar las impactantes fotografías sacadas por un grupo de soldados que mientras custodiaba el turno noche en la prisión, decidieron divertirse un rato, y como parece que en el desierto no hay cartas, dados o revistas, no tuvieron mejor idea que fotografiarse tanto a ellos, como a los prisioneros en situaciones intolerables para (lo que suponía) la mayoría de los seres humanos. Y así la noche pasó, flash va, flash viene mientras torturaban gente, o veían cómo perros a los presos, o incluso junto a cadáveres.
La situación se les fué de las manos (como si eso no hubiera pasado ya) cuando las fotos las enviaron por correo electrónico a sus familias y de esta manera, circulando por la red, se hicieron públicas y menos mal, controversiales también.
Es en repudio a estos hechos que Susan Sontag escribe un artículo titulado “Fotografía y sociedad, Imágenes torturadas” sobre el cual voy a basarme para llevar adelante la escritura de este ensayo.
La autora estadounidense, nacida en New York en 1933 y fallecida poco tiempo después de escribir el artículo ya mencionado, fue siempre firme a sus convicciones, no se calló nada ni temió a nadie, y si bien por sus declaraciones empezó a recibir serias amenazas, a Sontag no le preocupó lo que podía sucederle. Lo único que la desvelaba eran los cambios que se estaban produciendo en su país.
“Así, pues, ¿la cuestión central no son las propias fotografías sino la revelación de lo ocurrido a los "sospechosos" arrestados por Estados Unidos? No: el horror mostrado en las fotografías no puede aislarse del horror del acto de fotografiar, mientras los perpetradores posan, recreándose, junto a sus cautivos indefensos. Los soldados alemanes en la Segunda Guerra Mundial fotografiaron las atrocidades cometidas en Polonia y Rusia, pero las instantáneas en que los verdugos se colocan junto a las víctimas son muy infrecuentes”
Creo que la principal diferencia entre los dos tipos de fotografías mencionadas por Sontag es la existencia de Internet. Claramente, en todas las guerras existieron los determinados “trofeos”, pero quedaban guardados en “libros negros”, en cambio ahora, la necesidad de exponernos y “comunicar” (si fuera eso lo que hacemos) terminó dejando al descubierto las atrocidades de los soldados.
Esto se traslada directamente a cualquier ser humano con cuenta en Facebook, MySpace, Fotolog o alguna de las tantas otras. Mi mamá intenta explicarle a mi hermana de quince años que a ella le da miedo que publique su vida en Internet, siente que corre muchos riesgos. Pero es la maldita necesidad de estar contando siempre lo que hacemos, esa adicción a estar conectados a vaya uno a saber qué, a sentir que si no lo ven todos, quizás incluso no sucedió. Debemos tener un registro fotográfico de cada uno de nuestros días, por si mañana llegáramos a olvidarnos de algo, o por si alguien no nos vio con el nuevo par de zapatos que nos compramos. Es curioso, incluso en los noticieros hoy día, entre muertes y deportes, en el segmento de tecnología uno puede leer que distintas organizaciones intentan generar conciencia de la exposición que se vive internet, ya que a veces estamos equivocados cuando creemos que las cosas publicadas solo las ven “nuestros amigos”.
“Vivir "es ser fotografiado", poseer el registro de la propia vida, y, por lo tanto, seguir viviendo, sin reparar, o aseverando que no se repara, en las continuas cortesías de la cámara; o detenerse y posar. Actuar es participar en la comunidad de las acciones registradas como imágenes. La expresión de complacencia ante las torturas infligidas a víctimas indefensas, atadas y desnudas, es sólo parte de la historia. Hay una complacencia primordial en ser fotografiado, a lo cual no se tiende a reaccionar hoy día con una mirada fija, directa y austera (como antaño), sino con regocijo. Los hechos están en parte concebidos para ser fotografiados. La sonrisa es una sonrisa dedicada a la cámara. Algo faltaría si, tras apilar a hombres desnudos, no se les pudiera hacer una foto.”
Creo que el ejemplo retratado por Sontag en su artículo es más que claro: La privacidad corre peligro e incluso las cosas que más querríamos ocultar terminan saliendo a la luz. Todavía nos cuesta acostumbrarnos a la necesidad de mostrar a todos las fotos de unas vacaciones, de un cumpleaños, aniversario, pero lo que no comprendo es la necesidad de los soldados de mostrarse (y peor aún, orgulloso) junto a otros seres humanos, iguales a ellos, a mi, a ustedes, ejerciéndoles una violencia sin límite. No entiendo cómo en ese primer mundo en el cual se jactan de ser los mejores en materia económica, en tecnología, puedan carecer de tantos valores y no dudar en demostrarlo.
Y me decepciono y me duele cuando pienso que eso que me genera tanto placer y tanta felicidad pueda estar tan corrido de su eje. El alma, la esencia está perdida, las miradas apagadas o incluso encapuchadas. No puedo concebir que se haya utilizado una cámara como método de tortura, no quiero poder hacerlo. Igual, creo que lo que más me asusta es que dentro de la escala de valores, sea correcto hacer lo que hacen, si total la Doctrina de Seguridad Nacional lo avala, significa que para el Tío Sam está bien.
Tercera versión ¿No será demasiado Ana? jajaja.
ResponderEliminarCreo que trabajé bastante, guiada principalmente por las insatisfacciones de mi ensayo. Ya quedó más que claro que me cuesta...
Espero esté mejorando en cada uno y no retrocediendo.
Mañana llevo las tres versiones y el proceso.
Beso!
Hola Ana!
ResponderEliminarCuánto para leer! Estuve mirando las tres versiones, me parece que la reescritura te ha ayudado a ordenarte. Me parece bien que hayas elegido un tema que sientas como personal y propio. Recuerdo ese germen de ensayo en Photoholic. Y pienso que apelar como referencia al texto de Negroni es muy pertinente a la hora de hablar de algo que nos resulta cercano, íntimo personalmente ese texto me gusta mucho.
Hablás de un plan de escritura, creo que está bien tenerlo pero no me parece mal que el texto pasee un poco, pienso que uno se puede tomar un poco esos permisos en los ensayos, sin descuidar el efecto general del texto (es decir, sin hablar de todo y que el texto no nos termine diciendo nada). En ese sentido, creo que a veces ayuda delimitar un eje, me parece que esta versión lo logra mejor que las anteriores.
Me remito al comentario que te dejo Claudia en la primera reescritura, ella te habla de una imagen, un momento. Se me ocurre, y ésta es sólo una sugerencia, que ya que hablamos de imágenes, quizás ayudaría hacer jugar más la descripción, reponer en el texto estas fotografías de las que tanto hablás pero que no aparecen en ningún lado. Sería interesante que describieras una o dos en detalle. Y con esto no quiero decir que necesariamente tenga que ser algo morboso, sino que quizás podrías hacer jugar algunas figuras retóricas, para tratar de trabajar la mirada y hacer aparecer desde otro lugar el efecto de las fotos en quien las ve.
Creo que podría ser una manera de empezar el ensayo, otra posibilidad sería comenzar con una cita a Sontag. Yo probaría desordenar un poco la estructura del texto: si el eje son estas fotos, las haría aparecer desde el principio de alguna manera.
Por otro lado, omitiría la parte que pongo entre paréntesis: "Es en repudio a estos hechos que Susan Sontag escribe un artículo titulado “Fotografía y sociedad, Imágenes torturadas” (sobre el cual voy a basarme para llevar adelante la escritura de este ensayo.)", me parece que genera cierto efecto escolar y no es necesaria la aclaración. No sé si estás de acuerdo...
Me interesa mucho el tema que elegiste, dale para adelante! Mañana lamentablemente no voy a poder ir al taller, pero nos mantenemos en contacto por esta vía o mail.
Saludos,
Emilia
Emilia! Vamos por partes:
ResponderEliminarPrimero, no te preocupes, no sos abandónica! Si te necesito, sé que estás dando vueltas por la red, aunque no te vea cara a cara.
Segundo: Muchas gracias por tu orientación! Con lo que me decís más lo que hablamos hoy en clase puedo reacomodar todo mucho mejor. En el tren de vuelta hice casi toda la reescritura, cambió bastante el texto creo y con lo que me decís termino de darle una vuelta de tuerca.
Lo que me decís que saque tampoco me gusta mucho, pero pensé que era necesario, mejor que no así lo elimino.
Creo que la versión 4 (si seré exageraad) me cierra mucho más que las otras donde no terminaba de sentirme a gusto con el resultado.
Te mando un beso!
ana.